lunes, 12 de diciembre de 2016

XXXVII.-- UNA ESPECIE, DOS SEXOS.( 2º Ensayo)..

                                          



                                      XXXVII

                         UNA ESPECIE, DOS SEXOS.


                          2º Ensayo .-(1ª  public. 10-5-2013) 





  Evidencia es la certeza que nadie puede negar, ni hace falta demostrar.

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     Seamos realistas.
     La especie humana esta constituida por individuos de dos sexos. Es una evidencia.
   Dos sexos: hembras y machos con características físicas, fisiológicas y psicológicas especiales, con diferente morfología corporal y distinto comportamiento y funciones. Gracias a ello y a sus peculiaridades, la humanidad ha evolucionado hasta lograr una capacidad extraordinaria, fruto del desarrollo del cerebro, que está permitido crear los más complejos dispositivos y fabulosos sistemas para alcanzar un desarrollo insólito.   
  Históricamente la realidad vivida ha sido, que los hombres físicamente más fuertes, como en casi todas las especies animales, han dominado y sojuzgado a las hembras.
 Hoy día, sin embargo, con la pérdida del poder que daba la fuerza física, substituida por la mayor de la inteligencia, y gracias a los avances tecnológicos, la mujer está alcanzando una capacidad igual o seguramente mayor, lo que puede permitirle llegar en poco tiempo a superar y dominar al hombre, debiéndose de tener además en cuenta, que por sí misma, es la que está en mejores condiciones para mantener la perpetuidad de la especie, mientras que el macho pudiera llegar algún día a convertirse en un simple mensajero, como ocurre en otras especies inferiores.
   La capacidad de las mujeres para actuar  con una eficacia extraordinaria en todas las actividades de las sociedades occidentales más desarrolladas, lo está demostrando; de tal modo que han empezado a desplazar a los varones en algunas de ellas, como ocurre en las facultades de medicina, matemáticas, judicatura, investigación y en muchas carreras técnicas, hasta hace poco, reservadas exclusivamente para hombres.
  Por eso sería un gravísimo error y resulta sorprendente que en la actualidad, muchas mujeres pretendan parecerse a los hombres, imitando el comportamiento y los  modales toscos y groseros de muchos de ellos, como si esa  fuese la forma de lograr autoridad y poderío, creyendo que así alcanzarán mayores éxitos.
  No es así.
  Ellas han de convencerse de que tienen unas necesidades, deseos y valores suyos propios que no son iguales a los que impulsan a los machos, de tal modo que no por imitarlos podrán alcanzar la hegemonía, a la que aspiran y les reserva la Naturaleza, sin repudiar nunca ninguna de las condiciones de privilegio que tienen dentro de la especia humana. 
  La mujer no puede ignorar lo que el hombre  por su naturaleza, pretende de ella, y tener claro que se siente impulsado biológicamente por una energía (“elan” vital), libido o fuerza instintiva, que tantos analistas de la mente estudiaron, y caracteriza el comportamiento masculino, que  lamentablemente conduce en demasiados casos a las más terribles situaciones de violencia de género y a la terrorífica “child-sex ab.” que se ha de eliminar y erradicar con toda contundencia.
    De tal modo, la mujer no debe de caer en la trampa, urdida por los machos, de someterse a sus gustos, para tratar de alcanzar una aparente situación de privilegio, esforzándose en resultarles físicamente atractivas, doblegándose, hasta el sacrificio, a sus deseos y caprichos, mostrándose físicamente  como ellos quieren verlas, exhibiéndose seductoras para la exclusiva satisfacción de ellos, no solo en la intimidad sino a diario, fuera de contexto, en la calle, el deporte, el circo, el arte, el teatro, etc. etc., creyendo, erróneamente que así los conquistarán y de ese modo van a lograr dominarlos desde la  sumisión, sin concienciarse de que ellos no están admirando la belleza sino “sintiendo” simplemente el sexo.
  Siendo esencial que hombres y mujeres tengamos similares derechos, la mujer ingenuamente no debe de colaborar a  que se mantenga una situación de sometimiento, perdiendo incluso la propia identidad de su apellido. 
 Tiene que recuperar el protagonismo que ha alcanzado en los países desarrollados y que supo  defender en el París de 1968, en que con sus luces y sombras,  aquellas intrépidas mujeres tuvieron la valentía de no reclamar la igualdad con los hombres, sino su derecho a ser diferentes y no tenerlos como modelo, reivindicando su incuestionable capacidad y talento, orgullosas de ser ellas mismas,  reconociéndose esenciales, por la situación de privilegio que dentro de la especie humana les dio la Naturaleza.

        ¿Donde están esas mujeres?.

                                                     ¡Tienen que volver a ocupar su puesto!.



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                                                                               JOTAPE