XL
80 CUMPLEAÑOS EN RIBADEO
A mi amigo Marcial.
A pesar de mi temor a hablar en público ante mas de 4 personas, que son las sillas que
tenía en mi despacho, quiero felicitar públicamente a mi querido amigo Marcial en el dia de su 80 cumpleaños; con
quien aunque vive en el otro
extremo de España, mantengo un permanente y profundo afecto.
Por fin otra vez en Ribadeo.
Aprovecharé
para tratar de recordar, hasta donde mi memoria me lo permita, algunos de
tantos momentos inolvidables, que vivimos
juntos.
Todo el año pasábamos el día en múltiples
actividades en tu casa, la huerta o
asaltando la de la vecina y en 4ºpiso de mi casa, lleno de herramientas de todo
tipo. Allí preparábamos las cañas de
pescar, los arcos, flechas y ballestas o la pólvora, que haríamos a base de carbón vegetal y las pastillas de clorato, que
conseguíamos, convenciendo al bueno de Luis, de que las necesitábamos para el
catarro.
Sin
embargo, en cuanto acababan las clases, empezábamos nuestras mayores aventuras,
dejábamos gran parte de las fechorías caseras y con Benito buscábamos en los montes las güaridas de lobos, zorros y porcotexos, y
disecábamos los ¨grillotalpa vulgaris¨ que nos traía del patio de su colegio de
Vigo, recolectábamos todo tipo de insectos y nos sorprendíamos con la eclosión
de la mariposa de la Calavera, en nuestro insectario, tras abrirse la crisálida,
de aquella espectacular oruga, que había encontrado Paco, en una de sus
exploraciones.
Recuerdo, así mismo, como uno de nuestros más osados amigos,
Antonio Vicente, deploraba que por hacer un recado de su padre, habia llegado
tarde, a la explosión del petardo que hicieramos con la pólvora de los fuegos artificiales de
las Fiestas de la Patrona, que había dejado a varios malheridos, entre ellos a
Marcial, y a Jose Antonio (Soto), que
tiempo antes había sobrevivido milagrosamente a su fusilamiento, con un arma
inesperadamente cargada; por la
¨lamentable¨ falta de puntería, de su ejecutor, que solo alcanzó a romper un
cristal.
Llegado
el verano volcábamos nuestra atención en la Ria de Ribadéo.
Había que botar el Robaliza, en el que a pesar
de sus 77 años, navegamos ayer con Marcial, como cuando éramos niños; había que
hundirlo varios días para que hinchase, calafatearlo
luego, con la ayuda de Evaristo y por fin pintarlo, procurando no salpicar de
¨pichi¨ el pantalón de Benito, q.e.p. descansa, y hoy está velando por nosotros
desde el Cielo.
Cuando
quisimos empezar a navegar a vela, Marcial dijo a su padre que yo era el
experto, y yo trate de convencer al mío de que era Marcial quien sabía.
Por fin una mañana, en el Muelle viejo, comenzamos
a aparejar el bote, cuando oímos una voz potente :¡amurar!. Surgió la primera duda
y mi primer error: vayamos los dos a popa, así sabremos donde es.
Lo siguiente nos sonó como un estruendo: :¡despistados
amurar!.
Cavile…:… Era en proa…?.
Iniciamos la navegación y tras una peligrosa
maniobra con la vela ”encapillada”, tuvimos que atracar.
Con seriedad pero sin reproches, se embarcó mi
padre, para darnos la primera lección, de muchas otras.
En aquellos veranos inolvidables, los 6 o 7
amigos, marisqueábamos a los longueiros blancos y negros, con las fisgas que
habíamos hecho en nuestros talleres, y pescábamos de todo; desde el bote, las
rocas y los muelles: robalizas, fanecas, cabras, julias, farros, maragotas o
congrios y hasta algún obispo o crego de menor entidad.
En el
muelle, cerca de nosotros no faltaba algún inexperto pescador, que trataba de
levantar como suya una pieza ya muerta y rígida que en un descuido había sacada
de nuestro cubo, diciendo atemorizado entre dientes:”pesqueila eu,.. pesqueila
eu””.
Pero sin más, pronto volvió a nuestro cesto.
No tardaríamos
mucho, en empezar a descubrir la pesca submarina, primero con primitivos
tridentes, hechos con ballenas de paraguas y unas gafas de motorista, para conseguir
lenguaditos o soyas en la playa de los Bloques, hasta que logramos hacer artesanalmente fusiles de madera, y así empezar
a conseguir mayores piezas, como Pedro Luis y Morgan, (que no sabía nadar, sin
el snoker de mango de paraguas), y que lograban aquellos grandes sargos, pintos y robalos.
Otras veces quedábamos decepcionados, cuando desde
el Robaliza, a remo y a todo vela, no lográbamos arponear ninguno de los inteligentes delfines que con
su sonrisa burlona jugueteaban nadando y saltando a nuestro alrededor, fuera de
nuestro alcance. Hasta que Paco, que con
inquietud de científico estudiaba las
algas del fondo, nos sorprendía como en aquella memorable ocasión cuando emergió, como el dios Neptuno , con una gran maragota de mas
de un kilo, ensartada en su largo tridente.
Infinitas anécdotas tendría que recordar, en
la gira de Santa Cruz, las Fiesta de la Patrona, las regatas de bateles, con
Marcial entre los mejores remeros; y un
largo “ etc”. de otras arriesgadas situaciones,
como cuando uno de nosotros estuvo, mas de una vez, a punto de ser
atravesado por una flecha o malherido con una de las pistolas que hacíamos con balas
de fusil y una pinza de la ropa, que
estuvieron a punto de dejar a alguno sin una mano.
Muchas de estas situaciones sirvieron para
que Marcial, ya en la Barcelona de
España, tuviera tanto éxito con sus amigos, como cuando los sorprendió con el
relato de la suerte que habíamos tenido una tarde que habíamos encontrado, al lado de su casa y
frente al Hospital, unl precioso muerto, que después de perforado y atravesado
con una cadena, nos sirvió para tener fondeado todo el verano el Robaliza.
Todos estos y muchísimos mas, fueron algunos de los
maravillosos 20 años de nuestra infancia
y juventud. Y aunque dijera Carlos Gardel, que:“20 años no es nada”, 80 años es mucho. 80 años de proyectos, 80 años de ilusiones, 80
años de trabajos, 80 años de esperanzas,
80 años de logros, 80 años de vida y 80 años de amor, con la suerte que tuvo
Marcial de haber encontrado a la encantadora Rosa-Mary, siempre a su lado, cariñosa,
atenta e inteligente, gracias a la cual están disfrutado de una vida llena de
satisfacciones y felicidad, con sus tres hijos: Elena, Carlos y Daniel, y sus dos nietas: Irene e Ines, que son su
inevitable prolongación y constituyen una verdadera cadena fisiológica; yo me
atrevería a decir “física”, ya que
mantenemos con los descendientes una continuidad exactamente igual que la de las
neuronas “físicamente “ unidas, forman nuestras vías nerviosas, mediante la interconexión
permanente, que les dan los diversos neurotransmisores, que en el caso de la
familia son el Cariño y el Amor.
Gracias
a estas “vías nerviosas familiares” aferentes y eferentes, afortunadamente tenemos
la suerte de poder sentir como propios
los logros, emociones y satisfacciones, que gracias a Dios los hijos nos dan en
abundancia, y nos permitirán seguir viviendo eternamente en ellos, una forma
particular de inmortalidad en la Tierra, y que además los creyentes, podremos
disfrutar, algún día en el Cielo.
Muchas gracias Marcial por tanto como me has
dado, con tu ejemplo, amistad y afecto.
……
y muchísimas gracias a todos vosotros por haberme escuchado con tanta paciencia.
JOTAPEDE