Covid-19
Un motivo para la reflexión
Estamos en el siglo XXI. En los últimos 200
años el desarrollo de la Humanidad es portentoso.
La especia humana se
considera autosuficiente.
La esperanza de vida es cada vez mayor.
Los grandes avances en la comunicación permite la información permanente.
Los grandes avances en la comunicación permite la información permanente.
El progreso es
imparable.
El estado de bienestar es un
derecho.
Resolver el calentamiento global está en nuestras manos.
En cuanto se
encuentre el remedio al cáncer todo estará resuelto.
-Esta es la información que recibe, ingenuamente
ilusionada la mayoría de la gente -,
comenta D. Manuel, arrebujado en su butacón;- cuando entran D. Teodosio y Doña
Julia, que después de misa, viene a recoger las píldoras que le tiene
preparadas Ramón, el mancebo, para tomar después de comer.
- Muy pocos quieren trabajar -apunta Ramón,- todo el mundo dice que tiene derechos, pero
nadie cree tener obligaciones. Solo algunos se percatan de que la humana es una
especie animal mas, aunque sea la más desarrolla.
-Si no existiese otra superior,-interrumpe Gumersindo,- la de los Terrígenas, ( que
descubrió cuando estuvo ingresado en el Psiquiátrico). Es una especia superior,
que los humanos no percibimos, por estar formada por seres de un tamaño minúsculo,
pero una prodigiosa inteligencia; a la
que los humanos no interesamos gran cosa, como a nosotros tampoco nos importan demasiado
los insectos y hierbajos que pisamos al caminar.
Debiéramos recapacitar mas sobre la realidad del
final inevitable de la muerte, tras una vida corta, que aun hoy no llegara casi
nunca a los 100 años y que salvo algunas excepciones pasará desapercibida para la
mayoría- interviene- Félix el pediatra-. Además hemos de pensar, que los seres
humanos no somos tan importantes, como para que el final de nuestra especie,
vaya a ser algo apoteósico como la apocalíptica lluvia de fuego profetizada en
la Biblia, o el impacto del meteorito que provoco la aniquilación de los
dinosaurios, o la que se produciría con
la explosión un gran artificio bélico ocasionada por la atrocidad y crueldad de
los propios humanos, mediante algún ingenio fabricado por nosotros mismos, que
sobrepasase la potencia de los que aniquilaron Hiroshima y Nagasaki.
Creíamos que en este momento del florecimiento
de nuestra civilización, de la que nos sentimos orgullosos, por el desarrollo de la industrialización, el apogeo de la
informática, las comunicaciones inmediatas, el control del calentamiento global,
la implantación de la robótica, la
inteligencia artificial, estábamos a prueba de todo y casi nadie hace tres
meses estaría dispuesta a aceptar que algo tan diminuto y primitivo y hasta si
se quiere repulsivo y ponzoñoso, algo que no es ni siquiera es un ser vivo,
solo un virus, menor que una célula, sin la inteligencia que tenemos nosotros,
y ni siquiera el instinto de un animal, fuese capaz de penetrar en nuestro interior y
provocando la muerte masiva de la humanidad.
Pero ha venido el Covid-19 a
ponernos en nuestro sitio, obligándonos a reconsiderar, que somos unos simples
animales, condenados a morir, que nos arrastramos por un pequeño planeta la Tierra, que tras nuestra
corta vida, solo tendremos continuidad en nuestro hijos, y únicamente los que verdaderamente
pudiéramos estar iluminados por unas creencias trascendentes, se nos abriría la
luz de un más allá, y la esperanza de una resurrección espiritual.