XLIV
Sr. Director y personal del Diario La Nueva
España.
Señoras y
señores.
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Es para mí, muy grato y motivo de satisfacción, haber sido invitado a participar en la presentación de este magnífico libro de la Profesora Celia Castro Fernández, compartiendo mesa con personas tan ilustres como: D. Nicolas Salvador Egido, representante del Grupo Hércules-Ediciones y de la autora de la obra Dª. Celia Castro Fernández, natural de Ribadeo , Licenciada en Geografia e Historia, Especialista en Historia del Arte ; Subespecialidades de Arte Antiguo y Medieval, y Museologia. Es Profesora titular de Historia del Arte de la Escuela Superior de Arte y Diseño “Ramón Falcón” de Lugo, desde 1984, y Catedrática de Historia del Arte del Cuerpo de Enseñanzas Artisticas, en la misma escuela. Allí desempeñó los cargos de Jefa de Estudios, Jefa de Seminario y Coordinadora de Biblioteca. Posee el Diploma de Estudios avanzados con una puntuación media de 9´5, tras haber realizado los cursos de Doctorado y el Trabajo final. Actualmente está realizando la Tesis Doc
toral sobre Pintura y Fotografía en el siglo XIX. Participó en la reestructuración y montaje de diversos Museos entre ellos el Museo Provincial de Lugo. Profesora, conferenciante y escritora, publicó en el año 1993, su primer libro titulado: “Estudio iconografico y estilístico de los capiteles de la Catedral de Mondoñedo”. Ponente en diversas Mesas redondas, pronunció innumerables conferencias como: “La cultura material en la Galicia Prerromana”, “El Grabado en el siglo XVIII”, “Aspectos de la representación femenina en la Historia del Arte”, “Una visión del Románico gallego”, y un largo “etc. Dio gran numero de variadas Lecciones en Colegios e Institutos, que titula : “Charlas sobre el Arte”. Participó como ponente en varias Mesas redondas y publicó mas de 50 Artículos en diversas Revistas de sus especialidades, que por su extensión no vamos a tratar de ennumerar.
Todo ello,
nos da una idea, de la categoría intelectual de la autora de este magnífico
libro, que hemos tenido el honor de haber sido invitados a presentarles, basado
en muchas de las investigaciones, que hizo y está haciendo, sobre la relación
existente entre la fotografía y la pintura.
Esta obra de la Profesora Celia Castro Fernandez es un trabajo concienzudo y documentado, que
lleva por título:
PINTURA
Y FOTOGRAFIA EN EL SIGLO XIX
UNA APROXIMACION AL ARTE DE
DIONISIO FIERROS.
(Con el único
propósito de recrear esta presentación, se irán proyectando, sin un
orden correlativo, algunos oleos y
dibujos del pintor)
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Es una
realidad incuestionable la relación existente entre la pintura y la fotografía.
El retrato pintado, que tan importante
había sido para conocer y darse a conocer los personajes de relieve, exigía
para lograr una imagen fiel del representado, largas sesiones de posado,
tratando de mantener la expresión, y el
atuendo, muchas veces ostentoso e incomodo, que habían de vestir:
Reyes, dignatarios, aristócratas y personalidades.
Con la llegada de la fotografía y sobre todo
tras la invención del “daguerrotipo”, se pudieron empezar a sustituir aquellas largas
sesiones, por imágenes fotográficas, obtenidas en pocos minutos, que todos los
pintores usaron y siguen usando. Incluso más ahora, en que jóvenes artistas de
proyección internacional, investigan nuevas dimensiones, poco conocidas; y que permite decir a alguno, textualmente, “que emplea la
fotografía como base, para el trabajo sobre el lienzo, y así generar una realidad renovada, tan personal e intima como insólita” (Murado)
Dionisio Fierros, por su notable inquietud
indaga en todas las áreas del saber; y
dada su pretensión de propagar y popularizar
el conocimiento del arte, se sintió muy pronto interesado por la fotografía.
Si
la imprenta, había servido para poner al alcance de todo el mundo la obra escrita, el grabado fue,
desde hace siglos, un arma valiosa, para hacer llegar a mucha gente la obra
pictórica y reproducir las obras de arte con gran fidelidad ; hasta tal punto que geniales artistas como Durero,
Rembrandt, Goya o Hopper, y muchos otros magníficos pintores,
cultivaron con brillantez diversas
técnicas de gravado, obteniendo con ello, merecida fama y
prestigio.
En el siglo XIX la naciente fotografía
supondría un gran aporte e importante logro. Así
Fierros, no tardo en ponerse en contacto con los grandes fotógrafos de la
época: Clifford y Laurent, para que
reprodujeran en fotografía muchas de sus obras, y por otra parte, para que la
fotografía le permitiese conocer
imágenes de aquellos lugares, que los complicados medios de comunicación de la
época le impedían visitar.
Sin embargo,
hemos de resaltar que aunque en su
trabajo, como otros grandes pintores, se valía de la utilidad de la
fotografía, nunca dejó de estudiar con
múltiples dibujos, apuntes y bocetos sus retratos y grandes oleos.
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Dionisio Fierros Alvarez, nacido en Ballota-Cudillero, el 5 de Mayo de
1827, ha venido a marcar una etapa importante en el desarrollo y florecimiento de la pintura de Asturias y Galicia. Si bien nacido en Asturias, el hecho de
haberse casado con una ribadense, contribuyo seguramente a que dedicase una
parte de su obra a temas y lugares de Galicia.
Sin poder dejar de mencionar la gran figura que fue ya en el siglo XVII el avilesino Juan Carreño Miranda , que pasó la
mayor parte de su vida en Madrid, seria a partir del siglo XIX, cuando verdaderamente empezaron a surgir en ambas Comunidades gran
número de artistas con proyección
nacional e internacional, como Dionisio Fierros, Suarez del Llano , Leon Escosura, Julia
Alcayde, Alvarez Catala, Perez Villamil
o Serafin Avendaño, que imprimirían a la pintura del Noroeste de España un
carisma particular, propio, en donde se refleja el ambiente, las costumbres y
la idiosincrasia de sus gentes y que culminaría en el siglo XX con grandes
pintores, de todos conocidos, que no es necesario ni el momento de recordar en esta
presentación.
Cuando
a los 14 años, Dionisio, el hijo de un labrador, partió desde su Asturias natal, hacia Madrid para aprender el oficio de
sastre, nadie sospechaba, que su innata
capacidad para el dibujo, le proporcionaría el reconocimiento general, entre el
público y la crítica de su tiempo. La circunstancia de haber dejado pronto el
taller de sastre de su tío, para irse a trabajar como criado a la casa de los
Marqueses de San Adrián, le brindó la posibilidad de que personas, con gran
sensibilidad como la Marquesa, intuyesen la capacidad artística de su joven
criado, erigiéndose en sus cariñosos protectores; los que más tarde serian sus
entrañables amigos y admiradores. Fueron ellos y su hijo el Marqués de
Castelforte, quienes decidieron
introducirlo en el mundo de la pintura, brindándole su formación con D. José de
Madrazo primero y luego con su hijo Federico.
En sus talleres, pronto se
distinguió Fierros por su capacidad para el retrato, que le llevaría a dominar
esta modalidad artística con tal brillantez, que le abriría las puertas de la
fama. En el retrato alcanzo una
exquisitez y perfección tal, que durante toda su vida se vio obligado a
dedicarle la mayor parte de su tiempo, tratando de cumplimentar los numerosos
encargos que recibía tanto de particulares como de Instituciones Estatales,
Universitarias y Eclesiásticas; teniendo que retratar a autoridades, militares,
profesores, altos dignatarios e incluso a los propios monarcas.
No hay que reprochar nada a Fierros, por su
dedicación al retrato, sino al contrario, reconocer su merito, en una faceta
artística, a la que muchos pintores de prestigio renuncian, por pura
incapacidad. Si de alguna forma le
hubiese perjudicado habría sido
únicamente, porque pudiera haber eclipsado otras modalidades, que con tanta
calidad cultivo, y que hasta ahora, eran desconocidas, por el público y gran
parte de la crítica.
Fruto de la época que le tocó vivir, ocupó
otra parte de su tiempo y trabajo a la realización de oleos, generalmente de
gran formato de temas literarios, históricos y costumbristas como: “Escenas del
Fausto”, capítulos del Quijote como: “Sancho en la Insula” y D. Quijote en la casa de los Duques”, o “Alfonso V rey noble de Castilla”, y “La Batalla de Tetuán”,
o
populares como: “El mayo en Ribadeo” y “La Muiñeira”. Con varios de los cuales obtendría importantes
premios y distinciones, nacionales e internacionales, habiendo llegado a
recibir en 1860 la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas
Artes, con la obra: “Romería en las cercanías de Santiago”, en el año 1862,
la Segunda Medalla con “La salida de misa”
que podemos contemplar en el Museo de Bellas Artes de Asturias, aquí en Oviedo, y la Tercera Medalla en 1866, con la obra:
”Episodio del reinado de Enrique III de Castilla. En la exposición de 1864 en Ballona (Francia)
recibió la Segunda medalla, y en
Filadelfia en 1876, la Medalla de oro. Entre otras muchas distinciones, no quiero
dejar de mencionar la Primera Medalla en la Exposición Regional de Oviedo en
1875.
Fue nombrado Caballero de la Real Orden de Carlos III,
y Académico de la Academia de San Salvador de Oviedo.
Tras haber vivido en Madrid y Ballota, y viajado a Francia, donde tomó contacto con las corrientes artísticas en boga; hizo varios viajes para cumplimentar muchos de los encargos que le habían hecho en Santiago de Compostela; y no se nos oculta, que debió de hacer frecuentes escalas en Ribadeo, tras conocer a la joven ribadense Antonia Carrera, con la que se casaría el 24 de Noviembre de 1873.
En un primer momento, se irían a vivir a La Coruña y luego a Madrid. Allí tuvieron varios hijos, que lamentablemente fallecieron; de los que se conservan algunos preciosos dibujos y oleos, de pequeño tamaño, como el de ”Dionisin” . Seguramente la llamada de su tierra y quizá aquellos fallecimientos prematuros, pudieron haber sido las razones, por las que decidieron regresar a su Asturias natal, trasladándose a Oviedo, para vivir primero en la calle de Campomanes y luego en el 51 de la Calle de Uria, en donde tendrían cuatro hijos más, de los que sobrevivieron tres: Purificación, Antonia y Nicolás. En esta época, casado, y establecido definitivamente en Oviedo, fue seguramente, cuando encontró el sosiego necesario, que le permitió dar rienda suelta, a su alma del artista creador ,que llevaba dentro, y así pudo intercalar, entre las obras que debía hacer por encargo, aquellas que necesitaba, para sentirse realizado, decorar su casa o regalar a sus amigos.
Pintó gran numero de Bodegones, unos de
composición más simple, pero de gran calidad, por su fidelidad y detalle, de
piezas de caza como : ”Bodegón de la Liebre”, y “Bodegón de la Perdiz”, además
de otros mucho más complejos, como: “Platos de comida”, “Frutero con naranjas”,
y algunos con la perfección propia del hiperrealismo, muy elaborados, en que
juega con la luz y los reflejos, de un modo particular, como en el de “La
Sopera de Sargadelos, “El Bodegón del
cuchillo” o “La Mesa del pintor”; y que culminarían, por su gran calidad, ya
fuera de esta categoría, con la deliciosa “Mesa para un banquete”.
De su estancia en Oviedo y vacaciones en
Ribadeo, proceden, sin duda, muchos de los apuntes, que curiosamente dibujaba, utilizando cualquier
trozo de papel irregular que tuviese a mano, incluso restos de hojas
timbradas o perforadas, para escenas, paisajes o estudios minuciosos, completos o parciales,
de las obras que iba a realizar, así como caricaturas de tipos curiosos y algunos pequeños
retratos, que luego realizaría al oleo. Se trata de un material nunca exhibido,
que conservaron celosamente sus familiares, como uno del Carbayón de Oviedo, aquel roble de
600 años, símbolo de la ciudad, que tras ardua polémica en
1879, por estar enfermo, se hubo de derribar,
y dió lugar a los versos, que en esta ocasión, no queremos dejar de
recordar; publicados en el primer numero del semanaria, que luego sería diario,
El Carbayón , y que dicen:
Aquí estuvo el Carbayón
seiscientos
años con vida
y cayó sin
compasión,
bajo el hacha fratricida
de nuestra Corporación.
Este pasquín respetad
si sois buenos ovetenses
y en su memoria
llorad
todos los aquí presentes
por el que honró a la Ciudad.
Siendo Fierros un concienzudo trabajador,
desde sus orígenes en el campo; realizaba previamente, no solo múltiples
apuntes , dibujos y bocetos, sino también estudios al oleo de partes importantes
, personajes o escenas parciales de sus futuras obras, del mismo tamaño que
iban a tener en el cuadro, como: el “Alcalde de Pueblo, “La Rosquillera”, “Salmantina con su hija”, dispersos en
diversas colecciones particulares, como el de “Los Niños trepando por un muro”, que forma
parte de una escena del admirable oleo de: “La salida de Misa” , del Museo de
Oviedo ; o “El tocador de Zanfoña”, y “El Campesino con la capa de paja” , junto con diversos retratos, y dos pequeños interesantes “Paisajes”, que se exponen en el Museo Provincial de Lugo. En la Diputación de la Coruña, se puede admirar y un precioso “Retrato
de la Reina Mercedes”, y otro
de Alfonso XII. En el Museo de la Casa
Natal de Jovellanos en Gijón, hemos de
destacar entre otros el “Retrato de los
hermanos Moscoso”, asi como el “Retrato yacente de D. Ignacio Herrero. En el Museo de Bellas Artes de Asturias aquí en Oviedo, resaltaremos un magnifico
“Autorretrato “, y el grandioso oleo de
la : “Salida de Misa”, con el que, como ya hemos indicado obtuvo la Segunda
Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, y podremos disfrutar
con la espectacularidad del oleaje de nuestro Mar Cantabrico en el oleo de la : “Rompiente en las Carrayas” , y un gran retrato de “Bernaldo de Quiros” y otras
interesantes obras de menor formato donde se representa a: “Pescadores
portugueses” y a “Campesinos
charros” .
Sin embargo son muchísimas mas las obras de
Fierros, que se conservan en otras Instituciones y en casas particulares de
Galicia y Asturias en Santiago de Compostela, Coruña, Ribadeo, Oviedo , Aviles,
Gijon o la próxima Luarca , en donde uno de sus biógrafos , Villa Pastur,
localizo cerca de 40 oleos. Se trata la mayoría de las veces de retratos
de familiares o personajes ilustres como los Retratos de Fray Ramón Martinez Vigil, D. Fermin Canella, D. Godofredo Alvarez Cascos, Varela de Montes, el Cardenal Garcia Cuesta o D. Pedro-José Pidal,
y tantos otros.
No dejo Fierros de realizar además, interesantes
acuarelas de temática diversa de: Flores o Paisajes como “La casa de Tablizo”, y hasta un esplendido “Retrato de su hija Pura”,
cuya admiración a nadie se le escapa,
dada la dificultad que esta técnica entraña, para el retrato.
Se le
conocen pocas obras de temática religiosa, realizadas algunas veces para su
familia y otras para la Iglesia de su pueblo natal: Ballota, como el oleo de “La
Inmaculada” y “El Bautismo de Jesús”. Merece, sin embargo, especial mención, la obra
de gran formato de “Santa Teresa en éxtasis”, realizada por encargo del rey Alfonso
XII, para la Basílica del Monasterio del Escorial.
Dentro de la temática religiosa, aunque considerada
fuera de la misma, dado que por su avanzada técnica y composición, se escapa de las clásicas
representaciones de Santos, hemos de
resaltar la obra de pequeño formato de: “La muerte de Santa Teresa”, en el que
logra plasmar, un cálido ambiente de piadosa
serenidad.
Otro aspecto de su pintura, que merece ser
destaca son los paisajes y las escenas marinas,
en los que se refleja su propia
personalidad.
Fierros sensible y sentimental , pero
también apasionado y fogoso, (como lo sería su hijo Nicolás, navegante
incasable, de viaje permanente por el Atlántico, de medico en la mercante), logro proyectar en sus obras esas
características personales, cuando representa para su deleite, pequeños
paisajes y escenas, ora dulces y melancólicas, ora impetuosas, de fuertes
tempestades; unas con la placidez de “Remanso
en la costa de Asturias”, “Rio con barca”, “ La playa de Luarca”, o “Pescadores
en Ballota”, otras con la fuerza
impetuosa del oleaje como “Tormenta en el Cantabrico“ , la “Galerna a la entrando de un puerto” o la tragedia de un
“Naufrago en la playa de Ribadeo”, y el
ya citado de “La Rompiente en Las
Carrallas”, del Museo de Oviedo, donde se contempla la realidad del momento, en
que el viento desmelena la cresta de las
grandes olas, que romperán con violencia
en los abruptos acantilados, antes de deslizarse a lo largo de las playas.
Después de casado, en sus viajes a Paris e
Italia, acompañado de su esposa, pudo conocer “in situ” las nuevas tendencias
“revolucionarias”, que el arte, y concretamente la pintura francesa estaba
experimentando, a finales del siglo XIX.
Hasta tal punto, debió de asimilar aquellas tendencias, que a partir de
entonces, como hemos podido observar, la pintura de Fierros experimenta, un
significativo avance en una dirección vanguardista, para muchos todavía
desconocida, en que huye de exagerar los detalles y la meticulosidad, superando
las directrices, que le imponían las normas académicas, a las que se había
sentido sujeto; ganando así en libertad,
con una pintura valiente y desenvuelta,
con pinceladas sueltas y espontaneas, en sorprendentes escenas tenebrosas y
jugando con los contrastes, como: “
Nocturno en el Bosque” , “Arboleda” y “ Paisaje con nieve al fondo”. Muchas pintadas en el exterior, fuera del
estudio, logrando captar así el color y
la luz natural del momento; inmersas dentro del naciente Impresionismo,
en lienzos de pequeño tamaño, como
“Atardecer en rojo”, “Puesta de sol”, “Paisaje con colina”, “Matorral
con florecillas” o el magnífico “Crepúsculo en la ciudad”, y además la exquisita “Comida campestre” , “La
Procesión del Encuentro en Ribadeo, y la delicia de un “Canal de Venecia”, en
donde se confirma, como dice Rosa Maria Garcia Quiros de la Universidad de
Oviedo, que es “ la demostración mas clara de su conocimiento de los
procedimientos impresionistas. Son obras que pintaba para su deleite, y cuya conocimiento, había quedado limitado, hasta
hace poco tiempo, a su familia e intimo círculo de amistades.
Frecuentemente visitaba
Madrid y en uno de sus viajes camino de
la Plaza de Toros, víctima de un infarto de miocardio fallecería el 24 de junio
de 1894.
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Muchas gracias Celia, por haber dedicado
tanto esfuerzo al estudio y conocimiento a la obra de mi bisabuelo materno
Dionisio Fierros, que por tu entusiasmo, en este libro y en muchos de tus
trabajos, estas logrando que sea
reconocido, no solo como pintor de magníficos retratos y cuadros
costumbrista, sino también como el innovador, que fue capaz de cultivar todas
las modalidades de la pintura, asimilando y desarrollando las nuevas
tendencias, de tal modo, que se revela así, una nueva dimensión a su figura; lo
que confiere, a la totalidad de su obra, un valor artístico incuestionable.
José Penzol Díaz Fierros