XIII
LA LETRA PEQUEÑA.
Entra apresurado D. Camilo a comprar unas gafas. Esta mañana al levantarse se le rompió un cristal. Llega sofocado, porque para obtener un crédito en “su” banco, ha tenido que estampar, un sin fin de firmas, al final de varios folios de color salmón, con una letra pequeña ilegible; que según el empleado del banco no tienen importancia, pero son lo reglamentario.
- Moncho dame las gafas mas baratas que tengas, de esas de “usar y tirar”, como de 2 dioptrías, pues ha de ser, mas o menos, lo que tengo en cada ojo. Estuve en el banco y no me enteré de casi nada, salvo que por fin me han concedido el crédito; pero con el cobro, ya me van a descontar los intereses de la primera mensualidad.
-Eso no puede ser. Me enteré la semana pasada de que lo han cambiado- interrumpe Carlos, el barbero, que se considera la persona mejor informada del pueblo.
-Pues, si lo quiero cobrar, y ya sabéis lo mucho que lo necesito, he de “pasar por el aro”. Dicen que cuando lo pedí, había una cláusula, en letra pequeña, que lo decía.
-Dirán que es reglamentario, pero no deja de ser una sinvergüencería, ya que lo imponen al solicitar el préstamo -interviene Evaristo.
-Realmente esto de la letra pequeña es una exigencia dictatorial, es un engaño “legal” que no debiera de permitirse. La Administración, que está obligada a velar por los intereses de los ciudadanos, tendría que controlar estas cosas
-opina Felix.
-De controlar nada, tendrían que estar prohibida –opina Carlos, que no sabe estar callado.
-El Gobierno tiene que velar por los ciudadanos mas débiles, para evitar lo que acaba de ocurrir con 700.000 familias, que depositaron sus ahorros para la jubilación, y se encuentran con que las obligaciones o participaciones preferentes que les vendieron, no eran una forma de ahorrar, sino una deuda permanente, que no podían utilizar libremente, ni en caso de necesidad, y que incluso podrían llegar a no cobrar nunca.
-Algo así ocurre con algunos Planes de pensiones, también con abundante letra pequeña, que en el momento de suscribirlos estaban colmados de ventajas, pero que llegada la hora de cobrarlos, habían perdido parte de su valor, y además penalizados con unos impuestos inesperados, por obra y gracia del propio Gobierno, que cuando le pareció cambió las reglas de juego.
-Aun peor son los bonos basura, pregonados por ciertos gestores, que invertidos en empresas que quebraron, hicieron perder a mucha pobre gente, la totalidad de su medio de subsistencia en la vejez.
-Y que decir de los créditos, hipotecas o letras, para la adquisición de la vivienda, que al no poder pagarlas, por haber perdido su trabajo, les expulsan de ella, y además con la penalización de quedar con una deuda permanente, que no se cubre ni con la devolución del inmueble.
-Con esa letra microscópica, que ya está generalizada e incomprensiblemente legalizada, “nos garantizan que no nos garantizan, lo que nos garantizaron”, -denuncia Carlos, al que tanto gusta hacer paranomasias o cualquiera de las figuras retóricas, que aprendió la semana pasada en el Espasa.
-Realmente es una vergüenza que la Administración permita las informaciones y advertencias, con letra pequeña: “ilegible por su tamaño, ininteligible por la terminología e indigerible por su extensión”; que se utiliza para confundirnos, en los bancos, al hacer un seguro, en un contrato de trabajo, en la compra de una vivienda, y siempre que por cualquier circunstancia, nos piden en un Organismo, que estampemos nuestra firma. Son cláusulas en letra pequeña que ya viene impresas de origen, elaboradas por sesudos expertos, que se van a aprovechar de la ignorancia de los ciudadanos de “a pie”, que vamos a sufrir sus gravísimas consecuencias.
-Pero esto no pasa solo en Oficinas y Organismos, ahora ocurre constantemente.
Cualquier cosa que se adquiere o contrate no deja de llevar en la llamada “información”, un sin fin de cláusulas ininteligibles.
-No solo por el tamaño de la letra,-interrumpe D. Camilo, -sino también, como decíais, por el incomprensible leguaje que utilizan, que para darle visos de legalidad, alargan y complican para confundirnos.
-Efectivamente, al adquirir cualquier utensilio mecánico, eléctrico o estrambótico, no falta una enrevesada documentación, concienzudamente elaborada, para obligar al usuario a aceptar algo “malo”, que nunca sospecharía, tanto en la información sobre las características “ventajosas” de un electrodoméstico, de una bombilla, de un sacacorchos, o de cualquier “chisme” que compremos.
-Y algo peor es lo que ocurre con las garantías, que no se puede resolver en el establecimiento donde hicimos la compra, sino que habrá que localizar un taller especial, lejos de donde se compró, llevando el recibo de la compra, y enviar por nuestra cuenta el producto a otro extremo de la tierra, para que probablemente nos contesten, que esa reparación, no esta cubierta “por mal uso” o cualquier alegación, y nos lo devuelvan a costes debidos. Advirtiéndonos que para cualquier otro tipo de reclamación legal, tendremos que acudir a los tribunales de otra región o nación, muy lejos del pueblo, donde compramos el dichoso cascanueces.
-Hemos llegado a un punto, -afirma D. Félix - que hasta en los prospectos y la ficha técnica de los medicamentos se utiliza un lenguaje confuso, solo al alcance de muy pocos, elaborado por avezados especialistas, cuyas informaciones, en letra microscópica, resultan ininteligibles para la mayoría de los mortales, con o sin titulo de médico.
-Sin embargo es lo reglamentario y hay que cumplirlo- interviene D. Nicandro.
-Sin embargo es lo reglamentario y hay que cumplirlo- interviene D. Nicandro.
-Por supuesto que es cierto que será reglamentario, pero el que ordena hacer el reglamento, debiera de tener en cuenta, que lo esencial de la información, es que sea comprensible para el que la va a recibir.
- De hecho es necesario proclamar que: “la verdad de la información no está en lo que se dice, sino en lo que se recibe”.
-Esos documentos ininteligibles, que ante cualquier trámite nos presentan a la firma en bancos, gestorías, aseguradoras, etc. es una trampa, que tenia que estar prohibida. La garantía del usuario debía de estar salvaguardada por la Administración general, que tendría que obligar a que todo folleto, información o documento tuviese un tamaño, contenido y formato,proporcionado y comprensible.
-Aprovechandose del desconocimiento de los ciudadanos ( que no podemos ser expertos en todo) , la “desinformación” y el engaño, se han generalizado y legalizado, hasta tal punto que la Administración se inhibe y colabora a esta situación.
Haría falta controlar la información y potenciar verdaderamente las Oficinas del consumidor, empezando por prohibir la letra pequeña.
-Pero no bastaría eso,-irrumpe Evaristo- pues es mucha la información falsa o engañosa que nos agobia,- por eso, habría que crear un ministerio de Defensa.
-Pero que dices, si ya lo tenemos.
-¡Que va!. Lo que tenemos en un Ministerio del Ejército, y lo que necesitamos es un Ministerio de Defensa, que “nos defienda de los que defienden los productos que defienden nuestras defensas”………
-Pero………, que además: prohíba la letra pequeña.
JOTAPE
JOTAPE
Desde luego si en este país hubiera gobernado JOTAPE en lugar de ZETAPE no estaríamos como estamos.
ResponderEliminarTe animo a que sigas escribiendo. Me encanta tu blog.
José Ramón P.