XXXVII
UNA ESPECIE, DOS SEXOS.
2º Ensayo .-(1ª public. 10-5-2013)
Evidencia es la certeza que nadie puede negar, ni hace falta demostrar.
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Seamos
realistas.
La
especie humana esta constituida por individuos de dos sexos. Es una evidencia.
Dos sexos: hembras y machos con
características físicas, fisiológicas y psicológicas especiales, con diferente morfología
corporal y distinto comportamiento y funciones. Gracias a ello y a sus
peculiaridades, la humanidad ha evolucionado hasta lograr una capacidad
extraordinaria, fruto del desarrollo del cerebro, que está permitido crear los
más complejos dispositivos y fabulosos sistemas para alcanzar un desarrollo insólito.
Históricamente
la realidad vivida ha sido, que los hombres físicamente más fuertes, como en
casi todas las especies animales, han dominado y sojuzgado a las hembras.
Hoy día, sin embargo, con la pérdida del poder
que daba la fuerza física, substituida por la mayor de la inteligencia, y gracias
a los avances tecnológicos, la mujer está alcanzando una capacidad igual o seguramente
mayor, lo que puede permitirle llegar en poco tiempo a superar y dominar al hombre,
debiéndose de tener además en cuenta, que por sí misma, es la que está en
mejores condiciones para mantener la perpetuidad de la especie, mientras que el
macho pudiera llegar algún día a convertirse en un simple mensajero, como
ocurre en otras especies inferiores.
La capacidad
de las mujeres para actuar con una
eficacia extraordinaria en todas las actividades de las sociedades occidentales
más desarrolladas, lo está demostrando; de tal modo que han empezado a desplazar
a los varones en algunas de ellas, como ocurre en las facultades de medicina, matemáticas,
judicatura, investigación y en muchas carreras técnicas, hasta hace poco,
reservadas exclusivamente para hombres.
Por eso sería un gravísimo error y resulta
sorprendente que en la actualidad, muchas mujeres pretendan parecerse a los
hombres, imitando el comportamiento y los modales toscos y groseros de muchos de ellos,
como si esa fuese la forma de lograr
autoridad y poderío, creyendo que así alcanzarán mayores éxitos.
No es así.
Ellas han de convencerse de que tienen unas
necesidades, deseos y valores suyos propios que no son iguales a los que
impulsan a los machos, de tal modo que no por imitarlos podrán alcanzar la
hegemonía, a la que aspiran y les reserva la Naturaleza, sin repudiar nunca
ninguna de las condiciones de privilegio que tienen dentro de la especia
humana.
La mujer no puede ignorar lo que el hombre por su naturaleza, pretende de ella, y tener
claro que se siente impulsado
biológicamente por una energía (“elan” vital), libido o fuerza instintiva, que
tantos analistas de la mente estudiaron, y caracteriza el comportamiento masculino,
que lamentablemente conduce en
demasiados casos a las más terribles situaciones de violencia de género y a la
terrorífica “child-sex ab.” que se ha de eliminar y erradicar con toda
contundencia.
De
tal modo, la mujer no debe de caer en la trampa, urdida por los machos, de someterse
a sus gustos, para tratar de alcanzar una aparente situación de privilegio, esforzándose
en resultarles físicamente atractivas, doblegándose, hasta el sacrificio, a sus
deseos y caprichos, mostrándose físicamente como ellos quieren verlas, exhibiéndose seductoras
para la exclusiva satisfacción de ellos, no solo en la intimidad sino a diario,
fuera de contexto, en la calle, el deporte, el circo, el arte, el teatro, etc.
etc., creyendo, erróneamente que así los conquistarán y de ese modo van a
lograr dominarlos desde la sumisión, sin
concienciarse de que ellos no están admirando la belleza sino “sintiendo”
simplemente el sexo.
Siendo esencial que hombres y mujeres tengamos
similares derechos, la mujer ingenuamente no debe de colaborar a que se mantenga una situación de sometimiento,
perdiendo incluso la propia identidad de su apellido.
Tiene que recuperar el protagonismo que ha alcanzado en los países desarrollados y que supo defender en el París de 1968, en que con sus luces y sombras, aquellas intrépidas mujeres tuvieron la valentía de no reclamar la igualdad con los hombres, sino su derecho a ser diferentes y no tenerlos como modelo, reivindicando su incuestionable capacidad y talento, orgullosas de ser ellas mismas, reconociéndose esenciales, por la situación de privilegio que dentro de la especie humana les dio la Naturaleza.
¿Donde están esas mujeres?.
Tiene que recuperar el protagonismo que ha alcanzado en los países desarrollados y que supo defender en el París de 1968, en que con sus luces y sombras, aquellas intrépidas mujeres tuvieron la valentía de no reclamar la igualdad con los hombres, sino su derecho a ser diferentes y no tenerlos como modelo, reivindicando su incuestionable capacidad y talento, orgullosas de ser ellas mismas, reconociéndose esenciales, por la situación de privilegio que dentro de la especie humana les dio la Naturaleza.
¿Donde están esas mujeres?.
¡Tienen que volver a ocupar su puesto!.
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JOTAPE