XLII
PINTURA Y FOTOGRAFIA EN EL SIGLO XIX
por
CELIA CASTRO FERNANDEZ
Buenas tardes.
Dignísimas Autoridades.
Sr. Presidente,
Directivos y Socios del Circulo de las Artes de Lugo.
Señoras y señores.
Amigos todos.
Es para mí, muy grato y motivo de
satisfacción, haber sido invitado a participar en la presentación de este
magnífico libro de la Profesora Celia Castro Fernández, compartiendo mesa con
personas tan ilustres como Dª. Maria José Gomez Rodriguez, Jefa del Area cultural de la Xunta de Galicia, Dª Ana Goy Diz,
Catedratica de historia del Arte de la Universidad de Compostela, D.
Jesús Cao Peón, Presidente de la
Asociación de Antiguos Alumnos de la
Escuela de Arte Ramón Falcön, Dª Laura Rodriguez Herrera, Representante
del Grupo Hércules- Ediciones y de
la autora de la obra Dª. Celia Castro Fernández, natural de Ribadeo, Licenciada en Geografia e Historia .
Especialista en Historia del Arte ; Subespecialidades de Arte Antiguo y
Medieval, y Museologia.
Es Profesora titular de Historia del Arte de
la Escuela Superior de Arte y Diseño “Ramón Falcón” de Lugo, desde 1984.
Catedrática de Historia
del Arte del Cuerpo de Enseñanzas Artisticas, en la misma escuela. Allí desempeñó los cargos de Jefa de Estudios,
Jefa de Seminario y Coordinadora de
Biblioteca.
Posee el Diploma de Estudios avanzados con una puntuación media de 9´5, tras haber
realizado los cursos de Doctorado y el Trabajo final.
Actualmente está realizando la Tesis Doctoral
sobre Pintura y Fotografía en el siglo XIX.
Participó en la reestructuración y montaje del
Museo Provincial de Lugo, así como de los de Lorenzana y Cervo.
Profesora, conferenciante y escritora, publicó
en el año 1993, su primer libro titulado: “Estudio iconografico y estilístico
de los capiteles de la Catedral de Mondoñedo”.
Ponente en diversas Mesas redondas, pronunció innumerables Conferencias, entre
otras, sobre: “La cultura material en la
Galicia Prerromana, “El Grabado en el
siglo XVIII”, “Aspectos de la
representación femenina en la Historia del Arte”, “Una
visión del Románico gallego” y un largo etcétera; y pronunció gran numero de lecciones en
varios Colegios e Institutos, que tituló : “Charlas sobre el Arte”,
Participó como ponente en varias Mesas
redondas y publicó mas de 50 Artículos
en diversas Revistas de sus
especialidades, que por su extensión no vamos a tratar de enumerar.
Todo ello,
nos da una idea, de la categoría intelectual de la autora de este magnífico
libro, que hemos tenido el honor de haber sido invitados a presentarles, basado
en muchas de las investigaciones, que hizo y está haciendo, sobre la relación
existente entre la fotografía y la pintura.
Esta obra de la Profesora Celia Castro Fernandez es un
trabajo concienzudo y documentado, que lleva por título:
PINTURA Y FOTOGRAFIA EN EL SIGLO XIX
UNA APROXIMACION AL ARTE DE DIONISIO FIERROS
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(Con
el único propósito de recrear esta
presentación, se irán proyectando, sin un orden correlativo, algunos oleos y dibujos del pintor).
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Es una
realidad incuestionable la relación existente entre la pintura y la fotografía.
El retrato pintado, que tan importante había
sido para conocer y darse a conocer los personajes de relieve, exigía para
lograr una imagen fiel del representado, largas sesiones de posado, tratando de
mantener la expresión y el atuendo, muchas veces ostentoso e incomodo, que habían
de vestir: reyes, dignatarios, aristócratas y personalidades.
Con la llegada de la fotografía y sobre todo
tras la invención del “daguerrotipo”, se pudieron sustituir aquellas largas
sesiones, por imágenes fotográficas, obtenidas en pocos minutos, que todos los
pintores usaron y siguen usando. Incluso más ahora, en que artistas de
proyección internacional, investigan nuevas dimensiones, poco conocidas, y dicen textualmente que: “….emplean
la fotografía como base para el trabajo sobre el lienzo y generar una realidad renovada, tan personal
e intima como insólita….”.
Dionisio Fierros, por su inquietud indaga en
todas las áreas del saber; y dada su
pretensión de propagar y popularizar el
conocimiento del arte, se sintió muy pronto interesado por la fotografía.
Si la imprenta, había servido para poner al
alcance de todo el mundo la obra escrita;
el gravado fue, desde hace siglos, un
arma inapreciable, para hacer llegar a mucha gente la obra pictórica y
reproducir las obras de arte con gran fidelidad, hasta tal punto que geniales
artistas como Durero, Rembrandt, Goya o Hopper, y mucho otros
magníficos pintores, cultivaron
con brillantez diversas técnicas
de gravado, obteniendo con ello, merecida
fama y prestigio.
Así Fierros, no tardo en ponerse en contacto
con los grandes fotógrafos de la época: Clifford y Laurent, para que reprodujeran en fotografía muchas de sus
obras, y por otra parte, para que sus fotografías le permitiesen conocer imágenes de aquellos lugares, que los
complicados medios de comunicación de la época le impedían visitar.
Además en su trabajo, como otros grandes
pintores, se valía de la utilidad de la fotografía, aunque nunca dejó de estudiar con múltiples dibujos
y bocetos sus retratos y grandes oleos.
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Dionisio Fierros Alvarez, nacido en Ballota-Cudillero, el 5 de Mayo de
1827, ha venido a marcar una etapa importante en el desarrollo y
florecimiento de la pintura de Asturias
y Galicia.
Aunque nacido en Asturias, casado con una
ribadense, dedicaría a Galicia gran parte de la temática de muchas, de sus más
importantes obras.
Fue a partir de entonces, cuando
verdaderamente empezaron a surgir en
ambas Comunidades gran número de artistas con proyección nacional e internacional, que imprimirían a
la pintura del Noroeste de España un carisma particular, propio, en donde se
refleja el ambiente, las costumbres y la idiosincrasia de sus gentes.
Cuando a los 14 años, Dionisio, el hijo de un
labrador, partió hacia Madrid para aprender el oficio de sastre, nadie
sospechaba, que su innata capacidad para
el dibujo, le proporcionaría el reconocimiento general, entre el público y la
crítica de su tiempo.
La circunstancia de
haber dejado pronto el taller de sastre de su tío, para irse a trabajar como
criado a la casa de los Marqueses de San Adrián, le brindó la posibilidad de que
personas, con gran sensibilidad como la marquesa, intuyesen la capacidad
artística de su joven criado, erigiéndose en sus cariñosos protectores; los que
más tarde serian sus entrañables amigos y admiradores.
Fueron ellos y su hijo el Marqués de Castelforte, quienes decidieron introducirlo en el mundo
de la pintura, brindándole su formación con D. José de Madrazo primero y luego
con su hijo Federico.
En sus talleres, pronto se distinguió Fierros
por su capacidad para el retrato, que le llevaría a dominar esta modalidad
artística con tal brillantez, que le abriría las puertas de la fama.
En el retrato alcanzo
una exquisitez y perfección tal, que durante toda su vida se vio obligado a
dedicarle la mayor parte de su tiempo, tratando de cumplimentar los numerosos
encargos que recibía tanto de particulares como de Instituciones Estatales,
Universitarias y Eclesiásticas; teniendo que retratar a autoridades, militares,
profesores, altos dignatarios e incluso a los propios monarcas.
Merece particular
mención, la calidad de alguno de sus esplendidos autorretratos y de los
retratos que hizo a sus familiares, cuando liberado de las exigencias de la
clientela, pudo dar rienda suelta a su propia personalidad y capacidad
creativa, en donde con pincelada viva analizaba a la perfección la dulzura de
los niños como “ La niña de la pluma”, “La
niña de la pelota”, y otras obras de gran brillantez y mayor
tamaño de sus hijos: Pura, Antonia y Nicolás o del grupo de sus Sobrinos
y el de su cuñada: “La tía Dolores”.
No hay que reprochar nada a Fierros, por su
dedicación al retrato, sino al contrario reconocer su merito, en una faceta
artística, a la que muchos pintores de prestigio renuncian, por pura
incapacidad. Si de alguna forma le hubiera perjudicado, habría sido únicamente,
porque pudiera haber eclipsado otras modalidades, que con tanta calidad cultivo,
y que hasta ahora, eran desconocidas, por el público y gran parte de la
crítica.
Fruto de la época que le tocó vivir, dedico
otra parte de su tiempo y trabajo a la realización de oleos, generalmente de
gran formato de temas literarios, históricos y costumbristas como: “Escenas del
Fausto”, capítulos del Quijote como: “Sancho en la Insula” y “D. Quijote en la casa de los Duques”, o
“Alfonso V , rey noble de Castilla”, y “La Batalla de Tetuan”, o populares
como: “El mayo en Ribadeo” y “La salida de misa”. Con varias de los cuales obtendría importantes
premios y distinciones, nacionales e internacionales, habiendo llegado a
recibir en 1860 la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas
Artes, con la obra: “Romería en las cercanías de Santiago”, en el año 1862,
la Segunda Medalla con “La salida de misa” y la Tercera Medalla en 1866, con la
obra: ”Episodio del reinado de Enrique III de Castilla. En la
exposición de 1864 en Ballona (Francia) recibió la Segunda medalla y en
Filadelfia en 1876, la Medalla de oro.
Entre otras muchas distinciones, no quiero
dejar de mencionar la Primera Medalla en la Exposición Regional de Lugo, en
1877.
Tras haber vivido en Madrid, Ballota y
Santiago de Compostela, y viajado a
Francia, donde tomó contacto con las corrientes artísticas en boga, no se nos oculta que, debió de hacer muchas
escalas en Ribadeo, tras conocer a la joven ribadense Antonia Carrera, con la
que se casaría el 24 de Noviembre de 1927.
En un primer momento, se irían a vivir a La
Coruña y luego a Madrid en 1876.
Allí tuvieron varios hijos, que
lamentablemente fallecieron; de los que
se conservan algunos preciosos dibujos y oleos, de pequeño tamaño, como el de”Dionisin”
y de “Luisa”.
Quizá aquellos fallecimientos prematuros,
pudieron haber sido una de las razones, por las que decidieron regresar a su
tierra del norte, trasladándose a Oviedo, en donde tuvieron cuatro hijos más,
de los que sobrevivieron: Purificación, Antonia y Nicolás.
En esta
época, casado, y establecido definitivamente en Oviedo, fue seguramente, cuando
encontró el sosiego necesario, que le permitió dar rienda suelta, a su alma del
artista creador que llevaba dentro, y así pudo intercalar, entre las obras que
debía hacer por encargo, aquellas que necesitaba, para sentirse realizado y su
propio deleite, o decorar su casa y regalar a sus amigos.
Pintó gran numero de Bodegones, unos de
composición más simple, pero de gran calidad, por su fidelidad y detalle, de
piezas de caza: ”Bodegón de la Liebre”, y “Bodegón de la Perdiz”, además de
otros mucho más complejos, como: “Platos de comida”, “Frutero con naranjas”, y
algunos con la perfección propia del hiperrealismo, muy elaborados, en que
juega con la luz y los reflejos, de un modo particular, como en el de “La
Sopera de Sargadelos, “El Bodegón del
cuchillo” o “La Mesa del pintor”; y que culminarían, por su gran calidad, ya
fuera de esta categoría, con la deliciosa “Mesa para un banquete”.
De su estancia en Oviedo y vacaciones en
Ribadeo, proceden, sin duda, muchos de los apuntes, que curiosamente dibujaba, utilizando cualquier
trozo de papel irregular que tuviese a mano, incluso restos de hojas
timbradas o perforadas, para escenas, paisajes
o estudios minuciosos, completos o parciales, de las obras que iba a realizar,
así como caricaturas de tipos curiosos y
algunos pequeños retratos, que luego realizaría al oleo. Se trata de un
material nunca exhibido, que conservaron celosamente sus familiares.
Siendo un concienzudo trabajador, desde sus
orígenes en el campo, realizaba previamente, no solo esos dibujos y bocetos,
sino también estudios al oleo de partes importantes o personajes de sus futuras
obras, como: el “Alcalde de Pueblo, “La
Rosquillera”, “Salmantina con su hija,” ,
“Niños trepando por un muro”, “ Mujeres con una cesta en la cabeza” ; o “El tocador de zanfoña” y un “Estudio de
figuras”, que se conservan en el Museo Provincial de Lugo; obras que
luego, pintaría incluidas del mismo tamaño, con ligeras variaciones , en cuadros mayores, de gran calidad artística,
como la “Boda de Charros”, “La salida de
misa” y muchas otros.
No dejo Fierros de realizar además, interesantes
acuarelas de temática diversa de : Flores
o Paisajes como “La casa de Tablizo”, y hasta un esplendido retrato de su hija Pura,
cuya admiración a nadie se le escapa,
dada la dificultad que esta técnica entraña, para el retrato.
Se le conocen pocas obras de temática
religiosa, realizadas algunas veces para su familia y otras para la Iglesia de
su pueblo natal: Ballota, como el oleo de “La Inmaculada” y “El Bautismo de
Jesús”.
Merece, sin embargo, especial mención, la obra
de gran formato de “Santa Teresa en éxtasis”, realizada por encargo del rey
Alfonso XII, para la Basílica del Monasterio del Escorial.
Dentro de la temática religiosa, aunque considerada
fuera de la misma, dado que por su avanzada técnica y composición, se escapa de las clásicas
representaciones de Santos, hemos de
resaltar la obra de pequeño formato de: “La muerte de Santa Teresa”, en el que
logra plasmar, un cálido ambiente de piadosa
serenidad.
Otro aspecto de su pintura, que merece ser
destaca son los paisajes y las escenas marinas,
en los que se refleja su propia
personalidad.
Fierros sentimental y
fogoso, (como lo sería su hijo Nicolás, navegante incasable, de viaje
permanente por el Atlántico, como medico en
la mercante,) logro proyectar en sus obras esas características
personales, cuando representa para su deleite, pequeños paisajes y escenas,
ora dulces o melancólicas, ora
impetuosas, de fuertes tempestades; unas
con la placidez de “Remanso en la costa de Asturias”, “Rio con barca”,
“Pescadores en Ballota”, otras con la
fuerza impetuosa del oleaje como “Tormenta en el Cantabrico“ y “Las Carrallas
de Ribadeo”, donde se vive la realidad
del momento, en que el viento desmelena
la cresta de las grandes olas, antes de
romper con violencia en los abruptos acantilados o deslizarse a lo largo de la
playa, y la “Galerna a la entrando de un puerto” o la tragedia de un “Naufrago
en la playa de Ribadeo”.
Después de casado, en sus viajes a Paris e
Italia, acompañado de su esposa, pudo conocer “in situ” las nuevas tendencias
“revolucionarias”, que el arte, y concretamente la pintura francesa estaba
experimentando, a finales del siglo XIX.
Hasta tal punto, debió de asimilar aquellas tendencias, que a partir de
entonces, como hemos podido observar, la pintura de Fierros experimenta, un
significativo avance en una dirección vanguardista, para muchos todavía
desconocida, en que huye de exagerar los detalles y la meticulosidad, superando
las directrices, que le imponían las normas académicas, a las que se había
sentido sujeto; ganando así en libertad,
con una pintura valiente y desenvuelta,
con pinceladas sueltas y espontaneas, en sorprendentes escenas tenebrosas y jugando
con los contrastes, como: “ Nocturno en
el Bosque” , “Arboleda” y “ Paisaje con nieve al fondo”.
Muchas pintadas en el exterior, fuera del estudio, logrando captar así el color y la luz natural del momento; inmersas dentro del naciente Impresionismo, en lienzos de pequeño tamaño, como “Atardecer en rojo”, “Puesta de sol”, “Paisaje con colina”, “Matorral con florecillas” o el magnífico “Crepúsculo en la ciudad”, y además la exquisita “Comida campestre” , “La Procesión del Encuentro en Ribadeo, y la delicia de un “Canal de Venecia”, en obras que pintaba para su deleite, y cuya conocimiento, había quedado limitado, hasta hace poco tiempo, a su familia e intimo círculo de amistades.
Muchas pintadas en el exterior, fuera del estudio, logrando captar así el color y la luz natural del momento; inmersas dentro del naciente Impresionismo, en lienzos de pequeño tamaño, como “Atardecer en rojo”, “Puesta de sol”, “Paisaje con colina”, “Matorral con florecillas” o el magnífico “Crepúsculo en la ciudad”, y además la exquisita “Comida campestre” , “La Procesión del Encuentro en Ribadeo, y la delicia de un “Canal de Venecia”, en obras que pintaba para su deleite, y cuya conocimiento, había quedado limitado, hasta hace poco tiempo, a su familia e intimo círculo de amistades.
Frecuentemente visitaba Madrid y en uno de sus
viajes camino de la Plaza de Toros,
víctima de un infarto de miocardio fallecería el 24 de junio de 1894.
Muchas gracias Celia, por haber dedicado
tanto esfuerzo al estudio y conocimiento a la obra de mi bisabuelo materno
Dionisio Fierros, que por tu entusiasmo, en este libro y en muchos de tus
trabajos, estas logrando que sea
reconocido, no solo como pintor de magníficos retratos
y cuadros costumbrista, sino también como el innovador, que fue capaz de
cultivar todas las modalidades de la pintura, asimilando y desarrollando las
nuevas tendencias, de tal modo, que se revela así, una nueva dimensión a su
figura; lo que confiere, a la totalidad de su obra, un valor artístico incuestionable.
JOTAPEDE
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