TRILOGIA (II)
XVII
LAS VOCES DEL PASADO
Continúan las fiestas en Villanueva, y desde mi casa, disfruto con el resplandor de de los cohetes de colores. No puedo dejar de pensar, en las informaciones de Gumersindo, sobre la posibilidad de llegar a ver las imágenes reales del pasado, con un sofisticado telescopio, en el que venia trabajando.
Por otra parte, seguía apreciando, como los sonidos de los cohetes, tardaban en llegar, casi cinco segundos después de haberse visto la luz de la fulguración. Se debía, a que nuestra casa estaba situada como a un kilómetro del pueblo. Es una distancia que conozco muy bien, incluso en el número de pasos, porque suelo dar la caminata varias veces al día, a la ida y vuelta al trabajo, y de niño cuando iba al colegio.
Si viviéramos mucho más lejos, o me pudiera alejar en lancha hasta la línea del horizonte, se retrasaría, aun más, el estampido de los cohetes.
Esto me hacia pensar, que desde mas lejos, podría llegar a percibir sonidos mucho más antiguos, si fueran suficientemente intensos.
En mi fantasía, influenciado por Sindo, consideraba la posibilidad de que incluso podría oír las palabras, de lo que se había dicho, días o meses antes, si con algún dispositivo lográsemos incrementar la potencia de las mismas.
Como a pesar de los festejos, me esperaba el trabajo, pues las enfermedades no saben de fiestas, me encaminé a la Botica, con la oculta esperanza, de que nos visitase Gumersindo al final de la tarde, y tuviese ocasión de que me siguiese exponiendo sus fabulosas teorías.
Recuerdo que aquel día, se hablo de todo un poco, en la Rebotica, y como no podía ser de otra forma, se criticó a la Comisión de fiestas; pero todos estuvimos de acuerdo, en alabar la espectacularidad de los fuegos artificiales. Yo pretendí insinuar algo sobre la velocidad de la luz, pero todo el mundo dio la cosa por sabida, y nadie me hizo el menor caso, hasta que llego Sindo, con el que retomé nuestra última conversación. En un “aparte” me invitó a ir a su casa, el siguiente fin de semana, para enseñarme su taller y demostrarme sus investigaciones.
-Eres muy joven- me dijo- y llegarás a vivir experiencias, que nunca hubieras podido imaginar. Como se de tus inquietudes, si no tienes otra cosa mas importante que hacer, el próximo fin de semana te lo dedicaré. Me gustaría que te acercases a mi casa, el próximo sábado a primera hora de la tarde y allí te contaré...
Se que el resto de la semana estuve impaciente, esperando la llegada del sábado, para conocer la misteriosa casa de Gumersindo, a la que muy pocos habían tenido acceso.
Después de comer, me encamine a ella, situada en un altozano, pero oculta en medio de un bosque de castaños, robles y abedules.
Me estaba esperando en el exterior, acompañado de su fiel “Lobezno”, un pastor alemán, de más de 5 años, que me recibió con alborozo.
En el interior, un gran salón luminoso y confortable, aparentaba un gran desorden, aunque pude comprobar que sabia donde estaba cada cosa. Las paredes cubiertas de estanterías llenas de libros, carpetas y papeles; muchos papeles. Una vieja columna musical, en un rincón, y un gran ordenador, para su trabajo de arquitecto e investigador, destacaba frente a un gran ventanal.
Pronto retomó la conversación, inconclusa pocos días antes, sobre la posibilidad de ver y de oír, todo lo ocurrido en el pasado.
- Te puedo asegurara Ramón, que estamos en condiciones de que, muy pronto podamos escuchar los conversaciones pronunciadas en el pasado, aprovechando el retraso con que nos llegan los sonidos.
Me llevó a la buhardilla, en donde, frente a una amplia mansarda, tenia dos magníficos telescopios, uno de ellos astronómico, y una antena parabólica, con lo que según me dijo esperaba captar imágenes y sonidos, “procedentes del espacio, en donde algún cuerpo celeste, actuando de espejo o pantalla, los hubiese reflejado, reenviándolos hasta nosotros, días, meses o incluso años después de haberse producido, y que mediante un simple amplificador podríamos percibir”.
-Bastará- me decía- estar a una distancia muy grande, para que los estímulos sonoros lleguen hasta nosotros con el suficiente retraso, para así poder oír lo que se dijo en el pasado.
Me aseguró que mantenía permanente contacto, por video conferencia, con su intimo amigo Rubén, compañero de estudios y numero uno en su promoción. El Prof. Rubén Bahamonde, que era Catedrático, había dejado la docencia para dedicarse exclusivamente a la investigación. Había sido designado Presidente de la Sociedad Geográfica Ibero-Americana Francisco Hernández, con sede en Almería, donde había instalado un modernísimo equipo, en el Pico María de unos 2000 m. de altura. Contaba con avanzados sistemas de radiotelescopios y un complejo informático, que les permitía recibir y transmitir ondas electromagnéticas, para estudiar la Tierra y el espacio, en estrecho contacto con equipos de investigación de todo el mundo.
Aunque en aquel momento, no pudo comunicarse con el Prof. Bahamonde, me aseguró ser su mas estrecho colaborador, con el que intercambiaba diariamente información, y asegurarme, con estas palabras:-“estamos próximos a lograr, no solo la recepción de imágenes del pasado, reflejadas en determinados cuerpos celestes, sino a percibir el lenguaje con la suficiente claridad, de modo que podamos enterarnos, de todo lo ocurrido en otros tiempos, - para continuar; -de tal manera, que en cuanto conseguimos amplificar las ondas reflejadas en los cuerpo celestes, localizados a decenas o centenares de años luz, o en satélites artificiales instalados a tal efecto, podremos oír y ver lo que ocurrió hace días, años o siglos, de un modo parecido, a como ahora estamos recibiendo imágenes muy lejanas, de lo que ocurrió a estrellas o planetas hace millones de años, y que en la actualidad algunas de ellas ya no existirán.
Además, por otra línea de investigación, “estamos” tratando de conseguir, que los sonidos se mantengan circulando, durante años, en torno a La Tierra, por un corredor o pasillo espacial, a lo largo del tiempo, y así tener la posibilidad de que accedan a ellos, en el futuro; rescatando a voluntad, aquellos sonidos antiguos, que se quisieran percibir.
Estoy convencido- me decia,- que lograremos adecuar ese pasillo espacial, a una altura de unos 10.000 Kms, en la Exosfera, que mantendría a los sonidos girando en una trayectoria circular, que controlaríamos aprovechando la fuerza de la gravedad atractiva, en equilibrio con la energía oscura expansiva.
Ya hemos logrado -decía en primera persona, aunque en plural, - mantener los estímulos sonoros circulando en esa trayectoria, hasta un millón de veces, de tal modo que podemos conservar las voces archivados, pero solo durante un año. Quizá se deba, a que a los 365 días, al reiniciar la Tierra la siguiente orbita elíptica alrededor del Sol, se nos debe de estar distorsionando el pasillo espacial, aunque lo estamos tratando resolver, para que no se pierdan los sonidos almacenados.
Otro problema pensaba yo, es que :-¿si la luz y el sonido van a distinta velocidad, nos llegaran separados?.
-Por supuesto, pero eso no deja de ser un problema menor. La dificultad solo está, en recibir con claridad las imágenes y los sonidos, pues una vez conseguido, lo que me planteas, seria simplemente el problema de sincronizar los estímulos sonoros y los luminosos, para percibirlos simultáneamente.
Había quedado impresionado con las fascinantes teorías de Gumersindo, sobre la posibilidad, de que cualquier día, no muy lejano, pudiésemos llegar a ver y oír el pasado, y si me apuran hasta viajar al futuro.
De camino a casa, entre de nuevo en mi realidad, para disfrutar de algo tangible, el maravilloso paisaje de la Ria de Villanueva, que eso si, tenia a mi alcance.
JOTAPE
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