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Incursión a mÁrte
(Capitulo 4º)
-....En el amplio salón donde estaban reunidos, me acerque a un marciano joven, de unos 18 años, que fatigado descansaba en un rincón. Mi deseo de conocer aquel nuevo mundo me incitó a concentrarme para tratar de transmitirle de algún modo, mi deseo de comunicarnos y conocer sus viviendas.
Efectivamente, no paso mucho tiempo cuando noté que se levantaba, disponiéndose a recorrer, como si de un guía se tratase, aquel intrincado mundo de galerías, que yo estaba ansiando visitar, mientras al mismo tiempo rememoraba los sucesos ocurridos.
Embargado por la emoción, empecé a percibir mentalmente, como en un dialogo, todo lo que el recordaba haber vivido los días anteriores.
Se sentía muy orgulloso y satisfecho evocando la victoria contra sus enemigos, después de muchos sufrimientos, tras una prolongada lucha.
Me “dijo”, o transmitió con su pensamiento, que en Marte, habían llegado a coincidir varias razas, viviendo más o menos separadas, aunque en cierta armonía, hasta que llego el momento en que empezaron a competir y rivalizar por los alimentos y el territorio. La convivencia se fue haciendo cada vez más difícil, hasta hacerse imposible.
Algunas razas como los machos Fi y las hembras Alfa, llegaron a desaparecer, victimas de enfermedades y falta de alimentos.
Los territorios de los machos Psi y las hembras Omega fueron invadidos por los Lambda que habían logrado primero esclavizarlos y luego exterminarlos.
Eran los machos Lambda una raza violenta, con una estructura social patriarcal, narcisistas y dominantes, obsesionados en su hedonismo, por la busca del placer y la riqueza. Despreocupados de sus hembras Gamma, a las que humillaban, desatendían y utilizaban hasta tal punto, que agotadas, extenuadas y enfermas, quedaron reducidas a un mínimo simbólico, perdiendo prácticamente la capacidad de procreación.
Llegado ese momento, fue demasiado tarde, cuando ellos se percataron, no solo de su soledad, sino de su falta de posibilidades reproductivas, que conllevaría con ello el fin de su raza.
Pretendieron entonces, invadir otros territorios aprovechándose de las hembras Beta, protectoras de los machos Tau, a los que por su manifiesta debilidad esperaban vencer con facilidad.
-Sin embargo no fue así- pensaba orgulloso mi “interlocutor”. -¡Los machos Tau conseguiríamos proclamarnos vencedores!, .....si bien, gracias a la astucia y fortaleza de las hembras Beta.
Durante cerca de 6 meses, ocultos en sus refugios, rodeados por los agresivos machos Lambda, resistieron el asedio y prepararon, con todo cuidado, lo que iba a ser la tumba definitiva de sus enemigos.
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-Efectivamente los machos Tau y las hembras Beta, buscando la capacitación, escogieron a la mejor. Siguiendo los consejos y decisiones de la vieja hembra “hechicera”, bajo sus órdenes se apresuraron a reforzar y camuflar las entradas de sus viviendas trogloditas, haciéndolas parecer grietas naturales o simas inaccesibles; construyeron muros fosos y trampas en el perímetro exterior, hábilmente disimuladas con líquidos corrosivos en el fondo, en las que cayeron aquellos primeros enemigos que se aventuraron a atacarles. La victoria en estas primeras escaramuzas, les permitió ganar tiempo para perforar una nueva y enrevesada red de intrincados laberintos en el subsuelo, y edificar en el centro lo que simulaba una bella torre, que parecía albergar al grueso de los defensores y sus tesoros.
Durante semanas, sin grandes efectivos, pero con gran astucia, lograron mantenerlos a raya, hasta tal punto que forzaron a que sus enemigos sintieran la necesidad de acumular grandes efectivos en las inmediaciones de la torre, concentrando sus fuerzas en el entorno del que creían el último baluarte de los defensores. Agruparon allí poderosas y pesadas maquinas de guerra, hasta que llegase el momento de decidir el asalto definitivo con todos sus efectivos, seguros de la victoria final.
En el interior habían pasado muchos días de penuria y trabajo, hasta que por fin llego el día en que pudieron observar a sus violentos enemigos concentrados, en torno lo que aparentaba ser como último bastión, aquella espectacular torre.
Sin embargo aquella no era mas que un señuelo, de algún modo comparable a un caballo de Troya, en torno a la cual habían perforado la inmensa red de túneles, sobre los que, ignorantes de lo que les esperaba se había asentado el ejercito invasor.
Llegado el momento de máxima concentración enemiga, cuando parecía inminente el ataque, los sitiados abrieron las compuertas de ocultos embalses, canalizando una inconmensurable cantidad de agua, para provocar el “ruinan móntium”, bajo los pies de los belicosos machos Lambda, que arrastrados o enterrados, fallecieron en los derrumbes y en las galerías inundadas, siendo los restantes, inevitablemente aniquilados hasta su total exterminio, en los pantanos donde al final se vertía el resto de todos los líquidos tóxicos e inflamables que pudieron obtener en el subsuelo o fabricar, gracias a los grandes progresos que habían alcanzado en el conocimiento de la química y la vieja alquimia.
Habían pasado 8 horas e inesperadamente me percaté de que ya estaba finalizando mi observación y mi “recorrido”.
Serian seguramente los últimos primates, habitantes de Marte, que liberados de la presión de otros grupos, podrían seguir viviendo sobre la corteza del planeta, hasta que con el enfriamiento global y la disminución de la energía solar, tuviesen que volver a ocupar sus viejos refugios, aprovechando mientras les fuera posible la energía del subsuelo.
Quisiera creer, que esta fue solo mi primera observación, así que mantengo la esperanza de poder llegar algún día a hacer otro “viaje” y encontrarme de nuevo, con mis amigos de Marte.
JOTAPE
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