miércoles, 5 de marzo de 2014

XXVII.- Mariñeiros de Porcillan







                             

                                                    XXVII

           MARIñEIROS DE  PORCILLAN







 
    Ser de  Porcillán  o Cabanela significa ser marinero, marinero de verdad, marinero-pescador que embarca todas las  madrugadas para conseguir su modesto cupo del día, que le permitirá ir subsistiendo, pero manteniendo siempre la esperanza de conseguir la gran pesca, que algún día llegará, aunque sea una fantasía de su imaginación. 
 Lo que no es fantasía porque si es real, es el riesgo al que se enfrenta continuamente, ante la posibilidad de que surja el temporal, la tormenta o ese inesperado  vendaval que pondrá en peligro su vida, impidiéndole alcanzar con seguridad su puerto de refugio.
   Siempre habrá en los pueblos quien mire a los marineros con desdeño, sin percatarse de  que  son ellos los héroes de cada día, que por su familia y con insuficiente salario  exponen constantemente sus vidas. Es una vocación increíble, la que les empuja a continuar con su sacrificado trabajo, incapaces de cambiar el frío y la brisa en el rostro o el sol quemándoles la piel y la inestabilidad de la cubierta por la comodidad y seguridad de trabajar sobre el suelo de tierra firme. El rítmico balanceo de la calma o el cabeceo del temporal tienen que tener algo embriagador, quizá “orgásmico”, sin el cual no serian capaces de vivir. Ser marinero de Porcillan es un orgullo que se lleva en el alma por eso pueden nacer donde quieran (hoy suelen elegir Burela), y con una filosofía de vida exclusiva, siempre en el limite del éxito o del fracaso, del triunfo o del peligro que encierra su tarea. Es una incertidumbre en la que se encuentran cada día, compartida con sus mujeres, “pescantinas” o pescadoras: alegres y decididas, briosas y resueltas, orgullosas  y arrogantes.


  No puedo dejar de mencionar, la admiración  que tantas veces me produjo, a eso de una milla de la boca de la Ria de Ribadeo, la bella estampa de una experta marinera, leyendo en popa de su pequeña lancha, la que seria una novela de la biblioteca de Ribadeo, en espera de la pesca después de haber lanzado sus  nasas, hasta el momento de recogerlas.  
 Los marineros, con o sin su limpio aroma a pescado, ilusionados, pero en la incertidumbre de si será mañana el día de la gran pesca o el del temporal, son felices, y hacen felices a sus familias manteniendo la esperanza, de que no tardarán en llegar tiempos mejores.
 Esperanza e ilusión que todos 
debiesemos de procurar imitar, tratando de ser positivos en nuestra lucha diaria.
   
Ni los marineros ni sus mujeres  sienten y piensan como los de tierra firme; son diferentes, aunque nunca llegaran a ser como los labradores, constantes en su trabajo y pacientes en la adversidad, con la ejemplar laboriosidad de abejas, que lograrán atesorar lo que, sin embargo, muchas veces nunca van a llegar a disfrutar.
  A diferencia los marineros son aventureros, muchos cruzarán el océano dispuestos en la incertidumbre de cada día a enfrentarse a mundos diferentes y a situaciones nuevas; a pesar de que no ignoran que algunos de ellos, pagaran inexorablemente el  durísimo tributo de  encontrar su reposo  en  el mar como les ocurrió  a tantos ribadenses de Porcillan  y Cabanela, heroes   a  los que  pocas veces se recuerda y a quienes hoy deseamos honrar su memoria.
   Sin pretensión de hacer un repaso histórico en el que sin querer omitiría hechos o personas, deseo que rememoremos dos de los mas desgraciados e impactantes naufragios, cuya noticia se mantiene en mi memoria, como el ocurrido del año 1919 al zozobrar el “Fernando Villamil”, en el que paradójicamente se cebo la desgracia con un barco que tendría que ser de salvamento, en un día de inauguración, casi de fiestas, cuando tres marineros  perdieron la vida ante las miradas desesperadas de amigos y familiares, que con riesgo de sus vidas intentaron salvarlos, sin haberlo logrado.


  Otra calamidad atroz fue el hundimiento en 1977 del “Suárez Iriarte”, que aun nos angustia, en la que fueron siete, los jóvenes tripulantes que perdieron la vida, cuando esperaban hacer su mejor “marea”.  
  Si nos sobrecoge la desgracia personal de los fallecidos, para los que fue el final  de una tragedia, mas nos atenaza el sufrimiento de las familias, para las que  fue el comienzo de un drama que allí comenzaba y que sigue siendo un  martirio para esposas e hijos, que nunca lograrán superar.
  En la inseguridad que da vivir sobre el mar, quiero aprovechar esta ocasión para  rendir homenaje a todos los marineros, creyentes o no, que celebran la fiesta de la Virgen del Carmen, sabiendo que alguien vela por ellos, en el cielo o en sus casas, y que tanto ellos como sus esposas continuarán, por los siglos de los siglos, materialmente vivos, en sus hijos, nietos y todos sus descendientes.

                 
                                  Jose Penzol Diaz             

            (Publicado en el Programa de las Fiestas del Carmen de 2013)
                                                                         

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