XXVII
MARIñEIROS
DE PORCILLAN
Ser de Porcillán
o Cabanela significa ser marinero, marinero de verdad, marinero-pescador
que embarca todas las madrugadas para
conseguir su modesto cupo del día, que le permitirá ir subsistiendo, pero manteniendo
siempre la esperanza de conseguir la gran pesca, que algún día llegará, aunque
sea una fantasía de su imaginación.
Lo que no es fantasía
porque si es real, es el riesgo al que se enfrenta continuamente, ante la
posibilidad de que surja el temporal, la tormenta o ese inesperado vendaval que pondrá en peligro su vida, impidiéndole
alcanzar con seguridad su puerto de refugio.
Siempre habrá
en los pueblos quien mire a los marineros con desdeño, sin percatarse de que son
ellos los héroes de cada día, que por su familia y con insuficiente salario exponen constantemente sus vidas. Es una vocación
increíble, la que les empuja a continuar con su sacrificado trabajo, incapaces
de cambiar el frío y la brisa en el rostro o el sol quemándoles la piel y la
inestabilidad de la cubierta por la comodidad y seguridad de trabajar sobre el
suelo de tierra firme. El rítmico balanceo de la calma o el cabeceo del
temporal tienen que tener algo embriagador, quizá “orgásmico”, sin el cual no
serian capaces de vivir. Ser marinero de Porcillan es un orgullo que se lleva
en el alma por eso pueden nacer donde quieran (hoy suelen elegir Burela), y con
una filosofía de vida exclusiva, siempre en el limite del éxito o del fracaso,
del triunfo o del peligro que encierra su tarea. Es una incertidumbre en la que
se encuentran cada día, compartida con sus mujeres, “pescantinas” o pescadoras:
alegres y decididas, briosas y resueltas, orgullosas y arrogantes.
No puedo dejar
de mencionar, la admiración que tantas
veces me produjo, a eso de una milla de la boca de la Ria de Ribadeo, la bella
estampa de una experta marinera, leyendo en popa de su pequeña lancha, la que
seria una novela de la biblioteca de Ribadeo, en espera de la pesca después de haber
lanzado sus nasas, hasta el momento de
recogerlas.
Los marineros, con
o sin su limpio aroma a pescado, ilusionados, pero en la incertidumbre de si será
mañana el día de la gran pesca o el del temporal, son felices, y hacen felices
a sus familias manteniendo la esperanza, de que no tardarán en llegar tiempos
mejores.
Esperanza e ilusión que todos
debiesemos de procurar imitar, tratando de ser positivos en nuestra lucha diaria.
Ni los marineros ni sus mujeres sienten y piensan como los de tierra firme; son diferentes, aunque nunca llegaran a ser como los labradores, constantes en su trabajo y pacientes en la adversidad, con la ejemplar laboriosidad de abejas, que lograrán atesorar lo que, sin embargo, muchas veces nunca van a llegar a disfrutar.
Esperanza e ilusión que todos
debiesemos de procurar imitar, tratando de ser positivos en nuestra lucha diaria.
Ni los marineros ni sus mujeres sienten y piensan como los de tierra firme; son diferentes, aunque nunca llegaran a ser como los labradores, constantes en su trabajo y pacientes en la adversidad, con la ejemplar laboriosidad de abejas, que lograrán atesorar lo que, sin embargo, muchas veces nunca van a llegar a disfrutar.
A diferencia los marineros son aventureros,
muchos cruzarán el océano dispuestos en la incertidumbre de cada día a enfrentarse
a mundos diferentes y a situaciones nuevas; a pesar de que no ignoran que
algunos de ellos, pagaran inexorablemente el durísimo tributo de encontrar su reposo en el mar como les ocurrió a tantos ribadenses de Porcillan y Cabanela, heroes a los que pocas veces se recuerda y a quienes hoy deseamos honrar su memoria.
Sin
pretensión de hacer un repaso histórico en el que sin querer omitiría hechos o
personas, deseo que rememoremos dos de los mas desgraciados e impactantes naufragios,
cuya noticia se mantiene en mi memoria, como el ocurrido del año 1919 al
zozobrar el “Fernando Villamil”, en el que paradójicamente se cebo la desgracia
con un barco que tendría que ser de salvamento, en un día de inauguración, casi
de fiestas, cuando tres marineros
perdieron la vida ante las miradas desesperadas de amigos y familiares, que
con riesgo de sus vidas intentaron salvarlos, sin haberlo logrado.
Otra calamidad atroz fue el hundimiento en
1977 del “Suárez Iriarte”, que aun nos angustia, en la que fueron siete, los
jóvenes tripulantes que perdieron la vida, cuando esperaban hacer su mejor
“marea”.
Si nos sobrecoge la desgracia personal de los
fallecidos, para los que fue el final de
una tragedia, mas nos atenaza el sufrimiento de las familias, para las que fue el comienzo de un drama que allí comenzaba
y que sigue siendo un martirio para
esposas e hijos, que nunca lograrán superar.
En la
inseguridad que da vivir sobre el mar, quiero aprovechar esta ocasión para rendir homenaje a todos los marineros,
creyentes o no, que celebran la fiesta de la Virgen del Carmen, sabiendo que alguien vela por
ellos, en el cielo o en sus casas, y que tanto ellos como sus esposas continuarán,
por los siglos de los siglos, materialmente vivos, en sus hijos, nietos y todos
sus descendientes.
Jose Penzol Diaz
(Publicado
en el Programa de las Fiestas del Carmen de 2013)
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