viernes, 29 de junio de 2018

XLII.- .....sobre FIERROS... Presentación del libro de CELIA CASTRO.



                                                 
                                                XLII



                     PINTURA Y FOTOGRAFIA EN EL SIGLO XIX
                                                                   por
                                            CELIA CASTRO FERNANDEZ

                                                     (  Presentación )

Buenas tardes.
Dignísimas Autoridades.
Sr. Presidente, Directivos y Socios del Circulo de las Artes de Lugo.
Señoras y señores.
Amigos todos.

  Es para mí, muy grato y motivo de satisfacción, haber sido invitado a participar en la presentación de este magnífico libro de la Profesora Celia Castro Fernández, compartiendo mesa con personas tan ilustres como Dª. Maria José Gomez Rodriguez, Jefa del Area  cultural de la Xunta de Galicia,     Ana Goy Diz,  Catedratica de historia del Arte de la Universidad de Compostela,   D. Jesús Cao Peón,  Presidente de la Asociación  de Antiguos Alumnos de la Escuela  de Arte Ramón Falcön,   Dª Laura Rodriguez Herrera, Representante del Grupo  Hércules- Ediciones  y  de la autora de la obra  Dª.  Celia Castro Fernández, natural de  Ribadeo,  Licenciada en Geografia e Historia . Especialista en Historia del Arte ; Subespecialidades de Arte Antiguo y Medieval, y Museologia.
 Es Profesora titular de Historia del Arte de la Escuela Superior de Arte y Diseño “Ramón Falcón” de Lugo, desde 1984.
Catedrática de Historia del Arte del Cuerpo de Enseñanzas Artisticas, en la misma escuela.  Allí desempeñó los cargos de Jefa de Estudios, Jefa de Seminario y Coordinadora de  Biblioteca.
 Posee el Diploma de Estudios avanzados  con una puntuación media de 9´5, tras haber realizado los cursos de Doctorado y el Trabajo final.
 Actualmente está realizando la Tesis Doctoral sobre Pintura y Fotografía en el siglo XIX.
 Participó en la reestructuración y montaje del Museo Provincial de Lugo, así como de los de Lorenzana y Cervo.
 Profesora, conferenciante y escritora, publicó en el año 1993, su primer libro titulado: “Estudio iconografico y estilístico de los capiteles de la Catedral de Mondoñedo”.
 Ponente en diversas Mesas redondas,  pronunció innumerables Conferencias, entre otras,  sobre: “La cultura material en la Galicia Prerromana,  “El Grabado en el siglo XVIII”,  “Aspectos de la representación femenina en la Historia del Arte”,   “Una visión del Románico gallego” y un largo etcétera;  y pronunció gran numero de lecciones en varios Colegios e Institutos, que tituló : “Charlas sobre el Arte”,
 Participó como ponente en varias Mesas redondas y publicó mas de 50 Artículos  en diversas  Revistas de sus especialidades, que por su extensión no vamos a tratar de enumerar.
  Todo ello, nos da una idea, de la categoría intelectual de la autora de este magnífico libro, que hemos tenido el honor de haber sido invitados a presentarles, basado en muchas de las investigaciones, que hizo y está haciendo, sobre la relación existente entre la fotografía y la pintura.

  Esta obra  de la Profesora Celia Castro Fernandez es un trabajo concienzudo y documentado, que lleva por título:


         PINTURA Y FOTOGRAFIA EN EL SIGLO   XIX                                                             
             UNA APROXIMACION AL ARTE DE DIONISIO FIERROS
                                       ----------------------
(Con el único  propósito de recrear esta presentación, se irán proyectando, sin un orden correlativo,  algunos oleos y dibujos del pintor).
                         ------------------------------------
  Es una realidad incuestionable la relación existente entre la pintura y la fotografía.
   El retrato pintado, que tan importante había sido para conocer y darse a conocer los personajes de relieve, exigía para lograr una imagen fiel del representado, largas sesiones de posado, tratando de mantener la expresión y el atuendo, muchas veces ostentoso e incomodo, que habían de vestir: reyes, dignatarios, aristócratas y personalidades.
  Con la llegada de la fotografía y sobre todo tras la invención del “daguerrotipo”, se pudieron sustituir aquellas largas sesiones, por imágenes fotográficas, obtenidas en pocos minutos, que todos los pintores usaron y siguen usando. Incluso más ahora, en que artistas de proyección internacional, investigan  nuevas dimensiones, poco conocidas,  y dicen textualmente que:         “….emplean la fotografía como base para el trabajo sobre el lienzo  y generar una realidad renovada, tan personal e intima como insólita….”. 
                               
  Dionisio Fierros, por su inquietud indaga en todas las áreas del saber;  y dada su pretensión de  propagar y popularizar el conocimiento del arte, se sintió muy pronto interesado por la fotografía.   
    Si la imprenta, había servido para poner al alcance de  todo el mundo la obra escrita;  el gravado fue, desde hace siglos, un arma inapreciable, para hacer llegar a mucha gente la obra pictórica y reproducir las obras de arte con gran fidelidad, hasta tal punto que geniales artistas como Durero, Rembrandt, Goya o Hopper,  y mucho otros  magníficos pintores, cultivaron  con brillantez  diversas técnicas de gravado, obteniendo con ello, merecida  fama y  prestigio.
  En el siglo XIX la naciente fotografía supondría un gran aporte e importante logro.
  Así Fierros, no tardo en ponerse en contacto con los grandes fotógrafos de la época: Clifford y Laurent, para  que reprodujeran en fotografía muchas de sus obras, y por otra parte, para que sus fotografías le permitiesen  conocer imágenes de aquellos lugares, que los complicados medios de comunicación de la época le impedían visitar.
 Además en su trabajo, como otros grandes pintores, se valía de la utilidad de la fotografía, aunque  nunca dejó de estudiar con múltiples dibujos y bocetos sus retratos y grandes oleos.
                                              -------
 Dionisio Fierros Alvarez,  nacido en Ballota-Cudillero, el 5 de Mayo de 1827, ha venido a marcar una etapa importante en el desarrollo y florecimiento  de la pintura de Asturias y Galicia.
  Aunque nacido en Asturias, casado con una ribadense, dedicaría a Galicia gran parte de la temática de muchas, de sus más importantes obras.
 Fue a partir de entonces, cuando verdaderamente  empezaron a surgir en ambas Comunidades gran número de artistas con proyección  nacional e internacional, que imprimirían a la pintura del Noroeste de España un carisma particular, propio, en donde se refleja el ambiente, las costumbres y la idiosincrasia de sus gentes.
 Cuando a los 14 años, Dionisio, el hijo de un labrador, partió hacia Madrid para aprender el oficio de sastre, nadie sospechaba,  que su innata capacidad para el dibujo, le proporcionaría el reconocimiento general, entre el público y la crítica de su tiempo.
La circunstancia de haber dejado pronto el taller de sastre de su tío, para irse a trabajar como criado a la casa de los Marqueses de San Adrián, le brindó la posibilidad de que personas, con gran sensibilidad como la marquesa, intuyesen la capacidad artística de su joven criado, erigiéndose en sus cariñosos protectores; los que más tarde serian sus entrañables amigos y admiradores.
 Fueron ellos y su hijo el Marqués de Castelforte,  quienes decidieron introducirlo en el mundo de la pintura, brindándole su formación con D. José de Madrazo primero y luego con su hijo Federico.
 En sus talleres, pronto se distinguió Fierros por su capacidad para el retrato, que le llevaría a dominar esta modalidad artística con tal brillantez, que le abriría las puertas de la fama.
En el retrato alcanzo una exquisitez y perfección tal, que durante toda su vida se vio obligado a dedicarle la mayor parte de su tiempo, tratando de cumplimentar los numerosos encargos que recibía tanto de particulares como de Instituciones Estatales, Universitarias y Eclesiásticas; teniendo que retratar a autoridades, militares, profesores, altos dignatarios e incluso a los propios monarcas.
Merece particular mención, la calidad de alguno de sus esplendidos autorretratos y de los retratos que hizo a sus familiares, cuando liberado de las exigencias de la clientela, pudo dar rienda suelta a su propia personalidad y capacidad creativa, en donde con pincelada viva analizaba a la perfección la dulzura de los niños como “ La niña de la pluma”,  “La niña de la pelota”, y otras obras de gran brillantez y  mayor  tamaño de sus hijos: Pura, Antonia y Nicolás o del grupo de sus Sobrinos y el de su cuñada: “La tía Dolores”.
 No hay que reprochar nada a Fierros, por su dedicación al retrato, sino al contrario reconocer su merito, en una faceta artística, a la que muchos pintores de prestigio renuncian, por pura incapacidad. Si de alguna forma le hubiera perjudicado, habría sido únicamente, porque pudiera haber eclipsado otras modalidades, que con tanta calidad cultivo, y que hasta ahora, eran desconocidas, por el público y gran parte de la crítica.
  Fruto de la época que le tocó vivir, dedico otra parte de su tiempo y trabajo a la realización de oleos, generalmente de gran formato de temas literarios, históricos y costumbristas como: “Escenas del Fausto”, capítulos del Quijote como: “Sancho en la Insula” y  “D. Quijote en la casa de los Duques”, o “Alfonso V , rey noble de Castilla”, y “La Batalla de Tetuan”, o populares como: “El mayo en Ribadeo” y “La salida de misa”.  Con varias de los cuales obtendría importantes premios y distinciones, nacionales e internacionales, habiendo llegado a recibir en 1860 la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes,  con la obra: “Romería  en las cercanías de Santiago”, en el año 1862, la Segunda Medalla con “La salida de misa” y la Tercera Medalla en 1866, con la obra: ”Episodio del reinado de Enrique III de Castilla.   En la exposición de 1864 en Ballona (Francia) recibió la Segunda medalla y en Filadelfia en 1876, la Medalla de oro.
 Entre otras muchas distinciones, no quiero dejar de mencionar la Primera Medalla en la Exposición Regional de Lugo, en 1877.
       
                                        
   Tras haber vivido en Madrid, Ballota y Santiago de Compostela,  y viajado a Francia, donde tomó contacto con las corrientes artísticas en boga,  no se nos oculta que, debió de hacer muchas escalas en Ribadeo, tras conocer a la joven ribadense Antonia Carrera, con la que se casaría el 24 de Noviembre de 1927.
 En un primer momento, se irían a vivir a La Coruña y luego a Madrid en 1876.
 Allí tuvieron varios hijos, que lamentablemente fallecieron;  de los que se conservan algunos preciosos dibujos y oleos, de pequeño tamaño, como el de”Dionisin” y de “Luisa”.
 Quizá aquellos fallecimientos prematuros, pudieron haber sido una de las razones, por las que decidieron regresar a su tierra del norte, trasladándose a Oviedo, en donde tuvieron cuatro hijos más, de los que sobrevivieron: Purificación, Antonia y Nicolás.
  En esta época, casado, y establecido definitivamente en Oviedo, fue seguramente, cuando encontró el sosiego necesario, que le permitió dar rienda suelta, a su alma del artista creador que llevaba dentro, y así pudo intercalar, entre las obras que debía hacer por encargo, aquellas que necesitaba, para sentirse realizado y su propio deleite, o decorar su casa y regalar a sus amigos.
  Pintó gran numero de Bodegones, unos de composición más simple, pero de gran calidad, por su fidelidad y detalle, de piezas de caza: ”Bodegón de la Liebre”, y “Bodegón de la Perdiz”, además de otros mucho más complejos, como: “Platos de comida”, “Frutero con naranjas”, y algunos con la perfección propia del hiperrealismo, muy elaborados, en que juega con la luz y los reflejos, de un modo particular, como en el de “La Sopera de Sargadelos,  “El Bodegón del cuchillo” o “La Mesa del pintor”; y que culminarían, por su gran calidad, ya fuera de esta categoría, con la deliciosa “Mesa para un banquete”.

 De su estancia en Oviedo y vacaciones en Ribadeo, proceden, sin duda, muchos de los apuntes, que  curiosamente dibujaba, utilizando cualquier trozo de papel irregular que tuviese a mano, incluso restos de hojas timbradas  o perforadas, para escenas, paisajes o estudios minuciosos, completos o parciales, de las obras que iba a realizar, así como caricaturas  de tipos curiosos y algunos pequeños retratos, que luego realizaría al oleo. Se trata de un material nunca exhibido, que conservaron celosamente sus familiares.
  Siendo un concienzudo trabajador, desde sus orígenes en el campo, realizaba previamente, no solo esos dibujos y bocetos, sino también estudios al oleo de partes importantes o personajes de sus futuras obras, como: el “Alcalde de Pueblo,  “La Rosquillera”,  “Salmantina con su hija,” ,  “Niños trepando por un muro”,  “ Mujeres con una cesta en la cabeza” ;   o  “El tocador de zanfoña” y un “Estudio de figuras”, que se conservan en el Museo Provincial de Lugo;   obras que luego, pintaría incluidas del mismo tamaño, con ligeras variaciones ,  en cuadros mayores, de gran calidad artística, como la “Boda de Charros”,  “La salida de misa” y muchas otros.
 No dejo Fierros de realizar además, interesantes acuarelas  de temática diversa  de  : Flores o  Paisajes como “La casa de Tablizo”,  y hasta un esplendido retrato de su hija Pura, cuya admiración  a nadie se le escapa, dada la dificultad que esta técnica entraña, para el retrato.
                           
  Se le conocen pocas obras de temática religiosa, realizadas algunas veces para su familia y otras para la Iglesia de su pueblo natal: Ballota, como el oleo de “La Inmaculada” y “El Bautismo de Jesús”.
 Merece, sin embargo, especial mención, la obra de gran formato de “Santa Teresa en éxtasis”, realizada por encargo del rey Alfonso XII, para la Basílica del Monasterio del Escorial.
 Dentro de la temática religiosa, aunque considerada fuera de la misma, dado que por su avanzada técnica y  composición, se escapa de las clásicas representaciones de  Santos, hemos de resaltar la obra de pequeño formato de: “La muerte de Santa Teresa”, en el que logra plasmar, un cálido ambiente de piadosa  serenidad.                        
 Otro aspecto de su pintura, que merece ser destaca son los paisajes y las escenas marinas,  en los que se refleja  su propia personalidad.
Fierros sentimental y fogoso, (como lo sería su hijo Nicolás, navegante incasable, de viaje permanente por el Atlántico, como medico en  la mercante,) logro proyectar en sus obras esas características personales, cuando representa para su deleite, pequeños paisajes y escenas, ora  dulces o melancólicas, ora impetuosas, de fuertes tempestades;  unas con la placidez de “Remanso en la costa de Asturias”, “Rio con barca”, “Pescadores en Ballota”,  otras con la fuerza impetuosa del oleaje como “Tormenta en el Cantabrico“ y “Las Carrallas de Ribadeo”,  donde se vive la realidad del momento, en que  el viento desmelena la cresta de las grandes olas,  antes de romper con violencia en los abruptos acantilados o deslizarse a lo largo de la playa,  y la “Galerna a la  entrando de un puerto” o la tragedia de un “Naufrago en la playa de Ribadeo”.  
                               
           
    Después de casado, en sus viajes a Paris e Italia, acompañado de su esposa, pudo conocer “in situ” las nuevas tendencias “revolucionarias”, que el arte, y concretamente la pintura francesa estaba experimentando, a finales del siglo XIX.  Hasta tal punto, debió de asimilar aquellas tendencias, que a partir de entonces, como   hemos podido observar,  la pintura de Fierros experimenta, un significativo avance en una dirección vanguardista, para muchos todavía desconocida, en que huye de exagerar los detalles y la meticulosidad, superando las directrices, que le imponían las normas académicas, a las que se había sentido sujeto;  ganando así en libertad, con una pintura valiente  y desenvuelta, con pinceladas sueltas y espontaneas, en sorprendentes escenas tenebrosas y jugando con los contrastes,  como: “ Nocturno en el Bosque” , “Arboleda” y “ Paisaje con nieve al fondo”. 
Muchas pintadas en el exterior, fuera del estudio, logrando captar así  el color y la luz natural  del momento;  inmersas dentro del naciente Impresionismo, en lienzos de pequeño tamaño, como  “Atardecer en rojo”, “Puesta de sol”, “Paisaje con colina”, “Matorral con florecillas” o el magnífico “Crepúsculo en la ciudad”,  y además la exquisita “Comida campestre” , “La Procesión del Encuentro en Ribadeo,  y la delicia de un “Canal de Venecia”,  en obras que pintaba para su deleite,  y cuya conocimiento, había quedado limitado,  hasta hace poco tiempo, a su familia e intimo círculo de amistades.
                                   
 Frecuentemente visitaba Madrid y en uno de sus viajes  camino de la Plaza de Toros, víctima de un infarto de miocardio fallecería el 24 de junio de 1894.               
   Muchas gracias Celia, por haber dedicado tanto esfuerzo al estudio y conocimiento a la obra de mi bisabuelo materno Dionisio Fierros, que por tu entusiasmo, en este libro y en muchos de tus trabajos, estas logrando que sea  reconocido, no solo como pintor de magníficos  retratos  y cuadros costumbrista, sino también como el innovador, que fue capaz de cultivar todas las modalidades de la pintura, asimilando y desarrollando las nuevas tendencias, de tal modo, que se revela así, una nueva dimensión a su figura; lo que confiere, a la totalidad de su obra, un valor artístico incuestionable.
                                                                             
                                                                                                         JOTAPEDE