miércoles, 7 de febrero de 2024

DIONISIO FIERROS


                           



                                       XLIV


 

 

Sr.  Director y personal del Diario La Nueva España.

Señoras y señores.

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        Es para mí, muy grato y motivo de satisfacción, haber sido invitado a participar en la presentación de este magnífico libro de la Profesora Celia Castro Fernández,       compartiendo mesa con personas tan ilustres como: D. Nicolas Salvador Egido,  representante del Grupo  Hércules-Ediciones y de la autora de la obra  Dª.  Celia Castro Fernández, natural de  Ribadeo ,  Licenciada en Geografia e Historia, Especialista en Historia del Arte ; Subespecialidades de Arte Antiguo y Medieval,  y  Museologia.     Es Profesora titular de Historia del Arte de la Escuela Superior de Arte y Diseño “Ramón Falcón” de Lugo, desde 1984, y  Catedrática de Historia del Arte del Cuerpo de Enseñanzas Artisticas, en la misma escuela.  Allí desempeñó los cargos de Jefa de Estudios, Jefa de Seminario y Coordinadora de  Biblioteca.         Posee el Diploma de Estudios avanzados  con una puntuación media de 9´5, tras haber realizado los cursos de Doctorado y el Trabajo final.  Actualmente está realizando la Tesis Doc


toral sobre Pintura y Fotografía en el siglo XIX.
    Participó en la reestructuración y montaje de diversos Museos entre ellos el  Museo Provincial de Lugo. Profesora, conferenciante y escritora, publicó en el año 1993, su primer libro titulado: “Estudio iconografico y estilístico de los capiteles de la Catedral de Mondoñedo”.  Ponente en diversas Mesas redondas, pronunció innumerables conferencias como: “La cultura material en la Galicia Prerromana”,  “El Grabado en el siglo XVIII”,  “Aspectos de la representación femenina en la Historia del Arte”,  “Una visión del Románico gallego”,  y un largo “etc. Dio gran numero de variadas Lecciones en  Colegios e Institutos, que titula : “Charlas sobre el Arte”.      Participó como ponente en varias Mesas redondas y publicó mas de 50 Artículos  en diversas  Revistas de sus especialidades,  que por su extensión no vamos a tratar de ennumerar.

  Todo ello, nos da una idea, de la categoría intelectual de la autora de este magnífico libro, que hemos tenido el honor de haber sido invitados a presentarles, basado en muchas de las investigaciones, que hizo y está haciendo, sobre la relación existente entre la fotografía y la pintura.

  Esta obra  de la Profesora Celia Castro Fernandez  es un trabajo concienzudo y documentado, que lleva por título:

 

 

                           PINTURA Y FOTOGRAFIA EN EL SIGLO XIX                                                                

                  UNA APROXIMACION AL ARTE DE DIONISIO   FIERROS.               

                                        



          (Con el único  propósito de recrear esta presentación, se irán proyectando, sin un orden correlativo,  algunos oleos y dibujos del pintor)

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     Es una realidad incuestionable la relación existente entre la pintura y la fotografía.

  El retrato pintado, que tan importante había sido para conocer y darse a conocer los personajes de relieve, exigía para lograr una imagen fiel del representado, largas sesiones de posado, tratando de mantener la expresión,  y el atuendo, muchas veces ostentoso e incomodo, que habían de vestir: Reyes, dignatarios, aristócratas y personalidades.

  Con la llegada de la fotografía y sobre todo tras la invención del “daguerrotipo”, se pudieron empezar a sustituir aquellas largas sesiones, por imágenes fotográficas, obtenidas en pocos minutos, que todos los pintores usaron y siguen usando.       Incluso más ahora, en que jóvenes artistas de proyección internacional, investigan nuevas dimensiones, poco conocidas;  y que  permite  decir a alguno, textualmente, “que emplea la fotografía como base, para el trabajo sobre el lienzo,  y así generar una realidad renovada,  tan personal e intima como insólita”  (Murado)

            Dionisio Fierros, por su notable inquietud indaga en todas las áreas del saber;  y dada su pretensión de  propagar y popularizar el conocimiento del arte, se sintió muy pronto interesado por la fotografía.

      Si la imprenta, había servido para poner al alcance de  todo el mundo la obra escrita, el grabado fue, desde hace siglos, un arma valiosa, para hacer llegar a mucha gente la obra pictórica y reproducir las obras de arte con gran fidelidad ;  hasta tal punto que geniales artistas como Durero,  Rembrandt,  Goya o Hopper,  y muchos otros magníficos pintores, cultivaron  con brillantez diversas técnicas de gravado, obteniendo con ello, merecida  fama y  prestigio.

  En el siglo XIX la naciente fotografía supondría un gran aporte e importante logro.      Así Fierros, no tardo en ponerse en contacto con los grandes fotógrafos de la época: Clifford y Laurent, para  que reprodujeran en fotografía muchas de sus obras, y por otra parte, para que la fotografía le permitiese  conocer imágenes de aquellos lugares, que los complicados medios de comunicación de la época le impedían visitar.

Sin embargo, hemos de resaltar que aunque  en su trabajo, como otros grandes pintores, se valía de la utilidad de la fotografía,  nunca dejó de estudiar con múltiples dibujos, apuntes y bocetos sus retratos y grandes oleos.

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 Dionisio Fierros Alvarez,  nacido en Ballota-Cudillero, el 5 de Mayo de 1827, ha venido a marcar una etapa importante en el desarrollo y florecimiento  de la pintura de Asturias y Galicia.  Si bien nacido en Asturias, el hecho de haberse casado con una ribadense, contribuyo seguramente a que dedicase una parte de su obra a temas y lugares de Galicia.

  Sin poder dejar de  mencionar la gran figura que  fue ya en el siglo XVII el  avilesino Juan Carreño Miranda , que pasó la mayor parte de su vida en Madrid, seria a partir del siglo XIX,  cuando verdaderamente  empezaron a surgir en ambas Comunidades gran número de artistas con proyección  nacional e internacional, como Dionisio Fierros,  Suarez del Llano , Leon Escosura, Julia Alcayde,  Alvarez Catala, Perez Villamil o Serafin Avendaño, que imprimirían a la pintura del Noroeste de España un carisma particular, propio, en donde se refleja el ambiente, las costumbres y la idiosincrasia de sus gentes y que culminaría en el siglo XX con grandes pintores, de todos conocidos, que no es necesario  ni el momento de recordar en esta presentación.

                                                    


 
                                                                                     

   Cuando a los 14 años, Dionisio, el hijo de un labrador, partió  desde su Asturias natal,  hacia Madrid para aprender el oficio de sastre, nadie sospechaba,  que su innata capacidad para el dibujo, le proporcionaría el reconocimiento general, entre el público y la crítica de su tiempo.    La circunstancia de haber dejado pronto el taller de sastre de su tío, para irse a trabajar como criado a la casa de los Marqueses de San Adrián, le brindó la posibilidad de que personas, con gran sensibilidad como la Marquesa, intuyesen la capacidad artística de su joven criado, erigiéndose en sus cariñosos protectores; los que más tarde serian sus entrañables amigos y admiradores.   Fueron ellos y su hijo el Marqués de Castelforte,  quienes decidieron introducirlo en el mundo de la pintura, brindándole su formación con D. José de Madrazo primero y luego con su hijo Federico.   En sus talleres, pronto se distinguió Fierros por su capacidad para el retrato, que le llevaría a dominar esta modalidad artística con tal brillantez, que le abriría las puertas de la fama.    En el retrato alcanzo una exquisitez y perfección tal, que durante toda su vida se vio obligado a dedicarle la mayor parte de su tiempo, tratando de cumplimentar los numerosos encargos que recibía tanto de particulares como de Instituciones Estatales, Universitarias y Eclesiásticas; teniendo que retratar a autoridades, militares, profesores, altos dignatarios e incluso a los propios monarcas.

Merece particular mención, la calidad de alguno de sus  autorretratos  y de los retratos que hizo a sus familiares, cuando liberado de las exigencias de la clientela, pudo dar rienda suelta a su propia personalidad y capacidad creativa, en donde con pincelada viva analizaba a la perfección la dulzura de los niños como “ La niña de la pluma”,  “La niña de la pelota”, y otras obras de gran brillantez y  mayor  tamaño de sus hijos: “Pura”,  “Antonia” y “Nicolás” o del “Grupo de sus Sobrinos”  y el de su cuñada: “La tía Dolores”.

 No hay que reprochar nada a Fierros, por su dedicación al retrato, sino al contrario, reconocer su merito, en una faceta artística, a la que muchos pintores de prestigio renuncian, por pura incapacidad.     Si de alguna forma le hubiese  perjudicado habría sido únicamente, porque pudiera haber eclipsado otras modalidades, que con tanta calidad cultivo, y que hasta ahora, eran desconocidas, por el público y gran parte de la crítica.

    Fruto de la época que le tocó vivir, ocupó otra parte de su tiempo y trabajo a la realización de oleos, generalmente de gran formato de temas literarios, históricos y costumbristas como: “Escenas del Fausto”, capítulos del Quijote como: “Sancho en la Insula” y  D. Quijote en la casa de los Duques”, o  “Alfonso V  rey noble de Castilla”, y “La Batalla de Tetuán”,   o populares como: “El mayo en Ribadeo” y “La Muiñeira”.  Con varios de los cuales obtendría importantes premios y distinciones, nacionales e internacionales, habiendo llegado a recibir en 1860 la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes,  con la obra: “Romería  en las cercanías de Santiago”, en el año 1862, la Segunda Medalla con “La salida de misa”  que podemos contemplar en el Museo de Bellas Artes de Asturias,  aquí en Oviedo,  y la Tercera Medalla en 1866, con la obra: ”Episodio del reinado de Enrique III de Castilla.      En la exposición de 1864 en Ballona (Francia) recibió la Segunda medalla,  y en Filadelfia en 1876, la Medalla de oro.  Entre otras muchas distinciones, no quiero dejar de mencionar la Primera Medalla en la Exposición Regional de Oviedo en 1875.  

    Fue nombrado Caballero de la Real Orden de   Carlos III,  y  Académico  de la Academia de San  Salvador de Oviedo.                               

   Tras haber vivido en Madrid y Ballota,  y viajado a Francia, donde tomó contacto con las corrientes artísticas en boga; hizo varios viajes para cumplimentar muchos de los encargos que le habían hecho en Santiago de Compostela; y no se nos oculta,  que debió de hacer frecuentes escalas en Ribadeo, tras conocer a la joven ribadense Antonia Carrera, con la que se casaría el 24 de Noviembre de 1873.


 En un primer momento, se irían a vivir a La Coruña y luego a Madrid.   Allí tuvieron varios hijos, que lamentablemente fallecieron; de los que se conservan algunos preciosos dibujos y oleos, de pequeño tamaño, como el de ”Dionisin” .      Seguramente la llamada de su tierra y quizá aquellos fallecimientos prematuros, pudieron haber sido las razones, por las que decidieron regresar a su Asturias natal, trasladándose a Oviedo, para vivir  primero en la  calle de Campomanes y luego en el 51 de la Calle de Uria, en donde tendrían cuatro hijos más, de los que sobrevivieron tres:  Purificación, Antonia y Nicolás.           En esta época, casado, y establecido definitivamente en Oviedo, fue seguramente, cuando encontró el sosiego necesario, que le permitió dar rienda suelta, a su alma del artista creador ,que llevaba dentro, y así pudo intercalar, entre las obras que debía hacer por encargo, aquellas que necesitaba, para sentirse realizado,  decorar su casa  o  regalar a sus amigos.


          Pintó gran numero de Bodegones, unos de composición más simple, pero de gran calidad, por su fidelidad y detalle, de piezas de caza como : ”Bodegón de la Liebre”, y “Bodegón de la Perdiz”, además de otros mucho más complejos, como: “Platos de comida”, “Frutero con naranjas”, y algunos con la perfección propia del hiperrealismo, muy elaborados, en que juega con la luz y los reflejos, de un modo particular, como en el de “La Sopera de Sargadelos,  “El Bodegón del cuchillo” o “La Mesa del pintor”; y que culminarían, por su gran calidad, ya fuera de esta categoría, con la deliciosa “Mesa para un banquete”.   

    De su estancia en Oviedo y vacaciones en Ribadeo, proceden, sin duda, muchos de los apuntes, que  curiosamente dibujaba, utilizando cualquier trozo de papel irregular que tuviese a mano, incluso restos de hojas timbradas  o perforadas, para escenas, paisajes  o estudios minuciosos, completos o parciales, de las obras que iba a realizar, así como caricaturas  de tipos curiosos y algunos pequeños retratos, que luego realizaría al oleo. Se trata de un material nunca exhibido, que conservaron celosamente sus familiares,  como uno del Carbayón de Oviedo, aquel roble de 600 años,  símbolo  de la ciudad, que tras ardua polémica en 1879, por estar enfermo, se hubo de derribar,  y dió lugar a los versos, que en esta ocasión, no queremos dejar de recordar; publicados en el primer numero del semanaria, que luego sería diario,  El Carbayón ,  y que dicen:

 Aquí estuvo el Carbayón

seiscientos años con vida 

 y cayó sin compasión,

bajo el hacha fratricida      

de nuestra Corporación.

Este pasquín respetad

si sois buenos ovetenses

 y en su memoria llorad

todos los aquí presentes

por el que honró a la Ciudad.

 

              Siendo Fierros un concienzudo trabajador, desde sus orígenes en el campo; realizaba previamente, no solo múltiples apuntes , dibujos y bocetos, sino también estudios al oleo de partes importantes , personajes o escenas parciales de sus futuras obras, del mismo tamaño que iban a tener en el cuadro, como: el “Alcalde de Pueblo, “La Rosquillera”,  “Salmantina con su hija”, dispersos en diversas colecciones  particulares,  como el de  “Los Niños trepando por un muro”, que forma parte de una escena del admirable oleo de: “La salida de Misa” , del Museo de Oviedo ; o “El tocador de Zanfoña”, y  “El Campesino con la capa de paja” ,  junto con diversos  retratos,  y dos pequeños interesantes “Paisajes”,  que se exponen  en el Museo Provincial de Lugo.   En la Diputación de  la Coruña, se puede admirar y un precioso  “Retrato  de la Reina  Mercedes”, y otro de  Alfonso XII.                             En el Museo de la Casa  Natal de Jovellanos en Gijón, hemos de destacar entre otros  el “Retrato de los hermanos Moscoso”, asi como el “Retrato yacente de D. Ignacio Herrero.     En el Museo de Bellas Artes de Asturias  aquí en Oviedo, resaltaremos   un magnifico “Autorretrato “,  y el  grandioso  oleo  de la : “Salida de Misa”, con el que, como ya hemos indicado obtuvo la Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, y podremos disfrutar con la espectacularidad del oleaje de nuestro Mar Cantabrico en el oleo de  la : “Rompiente en las Carrayas” ,  y un gran retrato de “Bernaldo de Quiros” y otras interesantes obras de menor formato donde se representa a: “Pescadores portugueses”  y  a  “Campesinos charros” .

  Sin embargo son muchísimas mas las obras de Fierros, que se conservan en otras Instituciones y en casas particulares de Galicia y Asturias en Santiago de Compostela, Coruña, Ribadeo, Oviedo , Aviles, Gijon o la próxima Luarca , en donde uno de sus biógrafos , Villa Pastur, localizo cerca de 40 oleos.     Se trata la mayoría de las veces de retratos de familiares o personajes ilustres como los  Retratos de Fray Ramón Martinez Vigil,  D. Fermin Canella,  D. Godofredo Alvarez Cascos,  Varela de Montes,  el Cardenal Garcia Cuesta o  D. Pedro-José  Pidal,  y tantos otros.

                               No dejo Fierros de realizar además, interesantes acuarelas  de temática diversa  de: Flores o  Paisajes como “La casa de Tablizo”,  y hasta un esplendido “Retrato de su hija Pura”, cuya admiración  a nadie se le escapa, dada la dificultad que esta técnica entraña, para el retrato.

                                Se le conocen pocas obras de temática religiosa, realizadas algunas veces para su familia y otras para la Iglesia de su pueblo natal: Ballota, como el oleo de “La Inmaculada” y “El Bautismo de Jesús”.    Merece, sin embargo, especial mención, la obra de gran formato de “Santa Teresa en éxtasis”, realizada por encargo del rey Alfonso XII, para la Basílica del Monasterio del Escorial.

 Dentro de la temática religiosa, aunque considerada fuera de la misma, dado que por su avanzada técnica y  composición, se escapa de las clásicas representaciones de  Santos, hemos de resaltar la obra de pequeño formato de: “La muerte de Santa Teresa”, en el que logra plasmar, un cálido ambiente de piadosa  serenidad.   

               Otro aspecto de su pintura, que merece ser destaca son los paisajes y las escenas marinas,  en los que se refleja  su propia personalidad.

   Fierros sensible y sentimental , pero también apasionado y fogoso, (como lo sería su hijo Nicolás, navegante incasable, de viaje permanente por el Atlántico, de medico en la mercante),  logro proyectar en sus obras esas características personales, cuando representa para su deleite, pequeños paisajes y escenas, ora dulces y melancólicas, ora impetuosas, de fuertes tempestades;  unas con la placidez de “Remanso en la costa de Asturias”, “Rio con barca”, “ La playa de Luarca”, o “Pescadores en Ballota”,  otras con la fuerza impetuosa del oleaje como “Tormenta en el Cantabrico“ , la “Galerna a la  entrando de un puerto” o la tragedia de un “Naufrago en la playa de Ribadeo”,  y el ya  citado de “La Rompiente en Las Carrallas”, del Museo de Oviedo, donde se contempla la realidad del momento, en que  el viento desmelena la cresta de las grandes olas,  que romperán con violencia en los abruptos acantilados, antes de deslizarse a lo largo de las playas.         
                          

    Después de casado, en sus viajes a Paris e Italia, acompañado de su esposa, pudo conocer “in situ” las nuevas tendencias “revolucionarias”, que el arte, y concretamente la pintura francesa estaba experimentando, a finales del siglo XIX.  Hasta tal punto, debió de asimilar aquellas tendencias, que a partir de entonces, como   hemos podido observar,  la pintura de Fierros experimenta, un significativo avance en una dirección vanguardista, para muchos todavía desconocida, en que huye de exagerar los detalles y la meticulosidad, superando las directrices, que le imponían las normas académicas, a las que se había sentido sujeto;  ganando así en libertad, con una pintura valiente  y desenvuelta, con pinceladas sueltas y espontaneas, en sorprendentes escenas tenebrosas y jugando con los contrastes,  como: “ Nocturno en el Bosque” , “Arboleda” y “ Paisaje con nieve al fondo”.  Muchas pintadas en el exterior, fuera del estudio, logrando captar así  el color y la luz natural  del momento;  inmersas dentro del naciente Impresionismo, en lienzos de pequeño tamaño, como  “Atardecer en rojo”, “Puesta de sol”, “Paisaje con colina”, “Matorral con florecillas” o el magnífico “Crepúsculo en la ciudad”,  y además la exquisita “Comida campestre” , “La Procesión del Encuentro en Ribadeo, y la delicia de un “Canal de Venecia”, en donde se confirma,  como dice  Rosa Maria Garcia Quiros de la Universidad de Oviedo, que es “ la demostración mas clara de su conocimiento de los procedimientos impresionistas. Son obras que pintaba para su deleite,  y cuya conocimiento, había quedado limitado, hasta hace poco tiempo, a su familia e intimo círculo de amistades.

                  Frecuentemente visitaba Madrid y en uno de sus viajes  camino de la Plaza de Toros, víctima de un infarto de miocardio fallecería el 24 de junio de 1894.

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   Muchas gracias Celia, por haber dedicado tanto esfuerzo al estudio y conocimiento a la obra de mi bisabuelo materno Dionisio Fierros, que por tu entusiasmo, en este libro y en muchos de tus trabajos, estas logrando que sea  reconocido, no solo como pintor de magníficos retratos y cuadros costumbrista, sino también como el innovador, que fue capaz de cultivar todas las modalidades de la pintura, asimilando y desarrollando las nuevas tendencias, de tal modo, que se revela así, una nueva dimensión a su figura; lo que confiere, a la totalidad de su obra, un valor artístico incuestionable.  

                                             José Penzol  Díaz  Fierros