domingo, 19 de abril de 2020

XLIII.- COVID -19 . Un motivo para la reflexión.





                   XLIII


               Covid-19
                    Un motivo para la reflexión


   Estamos en el siglo XXI. En los últimos 200 años el desarrollo de la Humanidad es portentoso.
    La especia humana se considera autosuficiente.
   La esperanza de vida es cada vez mayor.
 Los grandes avances en la comunicación permite la información permanente. 
   El progreso es imparable. 
   El estado de bienestar es un derecho.
   Resolver el calentamiento global está en nuestras manos. 
   En cuanto se encuentre el remedio al cáncer todo estará resuelto.

   -Esta es la información que recibe, ingenuamente  ilusionada la mayoría de la gente -, comenta D. Manuel, arrebujado en su butacón;- cuando entran D. Teodosio y Doña Julia, que después de misa, viene a recoger las píldoras que le tiene preparadas Ramón, el mancebo, para tomar después de comer.

  - Muy pocos quieren trabajar -apunta  Ramón,- todo el mundo dice que tiene derechos, pero nadie cree tener obligaciones. Solo algunos se percatan de que la humana es una especie animal mas, aunque sea la más desarrolla. 

  -Si no existiese otra superior,-interrumpe Gumersindo,- la de los Terrígenas, ( que descubrió cuando estuvo ingresado en el Psiquiátrico). Es una especia superior, que los humanos no percibimos, por estar formada por seres de un tamaño minúsculo, pero  una prodigiosa inteligencia; a la que los humanos no interesamos gran cosa, como a nosotros tampoco nos importan demasiado los insectos y hierbajos que pisamos al caminar.

   Debiéramos recapacitar mas sobre la realidad del final inevitable de la muerte, tras una vida corta, que aun hoy no llegara casi nunca a los 100 años y que salvo algunas excepciones pasará desapercibida para la mayoría- interviene- Félix el pediatra-. Además hemos de pensar, que los seres humanos no somos tan importantes, como para que el final de nuestra especie, vaya a ser algo apoteósico como la apocalíptica lluvia de fuego profetizada en la Biblia, o el impacto del meteorito que provoco la aniquilación de los dinosaurios, o la que se produciría  con la explosión un gran artificio bélico ocasionada por la atrocidad y crueldad de los propios humanos, mediante algún ingenio fabricado por nosotros mismos, que sobrepasase la potencia de los que aniquilaron Hiroshima y Nagasaki.

   Creíamos que en este momento del florecimiento de nuestra civilización, de  la que nos sentimos orgullosos,  por el desarrollo de la  industrialización, el apogeo de la informática, las comunicaciones inmediatas, el control del calentamiento global, la implantación  de la robótica, la inteligencia artificial, estábamos a prueba de todo y casi nadie hace tres meses estaría dispuesta a aceptar que algo tan diminuto y primitivo y hasta si se quiere repulsivo y ponzoñoso, algo que no es ni siquiera es un ser vivo, solo un virus, menor que una célula, sin la inteligencia que tenemos nosotros, y ni siquiera el instinto de un animal, fuese  capaz de penetrar en nuestro interior y provocando la muerte masiva de la humanidad. 
  Pero ha venido el Covid-19  a ponernos en nuestro sitio, obligándonos a reconsiderar, que somos unos simples animales, condenados a morir, que nos arrastramos por un  pequeño planeta la Tierra, que tras nuestra corta vida, solo tendremos continuidad en nuestro hijos, y únicamente los que verdaderamente pudiéramos estar iluminados por unas creencias trascendentes, se nos abriría la luz de un más allá, y la esperanza de una resurrección espiritual.